EL CAMINO ES SUPERIOR A TUS FUERZAS
Todos
sabemos muy bien que hay momentos en la vida, en los cuales parece que todo nos
supera. También para entonces la Divina Providencia nos ha preparado la ayuda.
El
gran Elías, el prototipo de los profetas a quien conocemos de manera especial en
la transfiguración del Señor, vivió también uno de esos momentos al sentirse
perseguido por el rey, y sobre todo por la malévola y perversa reina Jezabel, y
verse marginado por un pueblo cada vez más incrédulo, Israel.
Aquel
día pensó que solo en Dios podía encontrar la respuesta que necesitaba.
Comenzó
a caminar por el desierto. Iba solo. Angustiado. Tan hastiado de la vida que en
un momento de su jornada gritó al Señor:
“¡Basta, Señor, quítame la
vida, que yo no valgo más que mis padres!”
Con
esos sentimientos se echó bajo una retama y se durmió.
Es
entonces cuando el Señor viene en auxilio de este gran profeta que tantas veces
se había jugado la vida por él.
Un
ángel se acercó, lo tocó y le dijo: “¡Levántate,
come!
Miró Elías y vio a su
cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se
volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo:
¡Levántate, come que el
camino es superior a tus fuerzas!”
Aquí
nos encontramos con otra de las imágenes bíblicas que los Santos Padres suelen
aplicar a la Eucaristía, alimento que nos fortalece.
Precisamente
bajo esta luz especial, la liturgia nos pone hoy esta lectura.
Debemos
imitar a Elías que “se levantó, comió y
bebió y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches
hasta el Horeb, el monte de Dios”.
Aludiendo
a la Eucaristía el salmo responsorial nos invita a repetir: “gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Precisamente
agradeciendo la Eucaristía podemos bendecir al Señor, proclamarlo,
contemplarlo… por eso, “dichoso el que se
acoge a Él… el Señor lo salva de sus angustias”.
San
Pablo en pocas líneas nos da una serie de consejos y todos ellos importantes.
Te
los enumero solamente para que puedas meditarlos.
*
“No pongan triste al Espíritu Santo de Dios”.
*
“Están marcados con el Espíritu para el día de la liberación final”.
*
“Destierren la amargura, la ira, los enfados, los insultos”.
*
“Sean buenos y comprensivos”.
*
“Perdónense unos a otros como Dios los perdonó en Cristo”.
* Y el gran consejo: “Sean imitadores de Dios como hijos queridos y vivan en el amor como
Cristo los amó y se entregó por nosotros”.
Como
ves, aquí hay toda una lección de vida que, incluso, puede servirnos como la
mejor preparación para acercarnos a la Eucaristía.
El
verso aleluyático nos recuerda una de las frases más importantes de este
capítulo seis de Juan que meditamos:
“Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
El
Evangelio de hoy es continuación del Evangelio del domingo pasado.
Hay
un diálogo bastante duro entre Jesús y los judíos que siempre estaban prestos a
criticarlo.
Jesús
ha dicho: “Yo soy el pan bajado del
cielo”.
Y
los judíos recuerdan la historia de Jesús en Nazaret: Hijo de José, María, la
familia, ¿por qué dice que ha bajado del cielo?
Jesús
les advierte: no critiquen, añadiendo: “nadie
puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
Y
ahora Jesús nos da también una serie de
pensamientos importantes para que entendamos que debemos creer en Él y
aceptarlo con todas sus consecuencias, después de insistir que en el último día
resucitará a los que crean en Él:
*
“Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”.
* Solo Jesús que vino del Padre ha visto al
Padre.
Y
vuelve a recordarnos de una manera repetitiva, la misma idea central: el pan de
vida, la Eucaristía es Jesús:
*
“Yo soy el pan de la vida”.
*
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.
*
“El que coma de este pan vivirá para siempre”.
*
“El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Hermoso
domingo éste para meditar y agradecer al Señor el don maravilloso de la Eucaristía.
José Ignacio Alemany Grau, obispo