PALABRA Y PAN ES LA COMIDA
Antes de empezar, recordemos una vez más
que nuestro evangelista del ciclo B es San Marcos pero en estos domingos
meditamos el capítulo 6 de San Juan.
Hoy el
Éxodo nos habla del maná.
El pueblo de Dios tiene hambre y reclama.
Detrás del pueblo que grita a Moisés y a Aarón en el desierto hay un problema
de fe sobre el plan de Dios.
Ellos gritan: “¡ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto cuando nos sentábamos
junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a
este desierto para matar de hambre a esta comunidad”.
Según Nm 11,4-6 era la “masa”, “o la
chusma”, la que protestaba; es decir los que se habían pegado al pueblo de Israel
por el camino. De todas formas la duda de fe caía sobre Dios que con tanto amor
y prodigios los había sacado de Egipto.
Sin embargo la misericordia de Dios es más
grande que la dificultad y les da misteriosamente un “maná del cielo”.
Admirados al verlo preguntan: “¿manú?” (de
ahí la palabra maná) que significa “¿qué
es esto?”.
Moisés les explica: “es el pan que el Señor os da de comer”.
Los exegetas explican el maná como “un
polvo fino parecido a la escarcha. Probablemente se trataba de una sustancia
blanquecina segregada por las hojas del tamarisco al ser picadas por unos
insectos”. De todas formas lo que nos presenta la Biblia es un don de Dios al
que el pueblo llamó “pan del cielo”. Nos cuenta la tradición judía que el maná sabía
a cada uno según lo que deseaba comer.
Las palabras “pan del cielo” las repetimos en la bendición del Santísimo
Sacramento, recordando el don del maná que para nosotros es ahora Cristo
Eucaristía.
En el
salmo responsorial recordamos el maná, con ello la liturgia nos invita a
recordar la Eucaristía que es el verdadero pan de vida:
“El
Señor les dio un trigo celeste: abrió las compuertas del cielo. Hizo llover
sobre ellos maná. Les dio trigo celeste y el hombre comió pan de ángeles”.
El
versículo aleluyático nos recuerda las palabras de Mateo (tomadas por Jesús del
Deuteronomio):
“No
solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Jesús sabe que no solo vivimos de pan, pero
lo necesitamos y por eso lo multiplicó.
No debemos olvidar como cristianos que si
es necesario el pan, más importante es la Eucaristía:
Recordemos que Palabra y Pan es la comida
que nos da Jesús en la Santa Misa.
Ellas son las dos partes de toda celebración
eucarística.
El
Evangelio de hoy nos cuenta cómo la gente hambrienta, entonces como hoy, busca
pan. Jesús entendió, aceptó e hizo el milagro.
Pero cuando al día siguiente lo buscaron en
la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús elevó sus mentes y sus corazones hacia un Pan
mejor.
Hoy en concreto recordamos que Jesús lleva
a la multitud desde el maná y el pan que multiplicó Él mismo, hacia la
Eucaristía.
La gente quiere algo más concreto y dice a
Jesús:
“Nuestros
padres comieron el maná del desierto, como está escrito: “les dio a comer pan
del cielo”… ¿qué obra haces tú?”.
Jesús
replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es
mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el
que baja del cielo y da la vida al mundo”.
El pueblo, que no entendió gran cosa, le
dijo: “Señor, danos siempre de este pan”.
Es entonces cuando Jesús dice claramente:
“Yo
soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí,
nunca pasará sed”.
Recordemos
también la enseñanza que hoy nos deja Pablo:
No vivamos según los criterios vacíos de los
gentiles, del mundo que vive de espaldas a Dios.
San Pablo quiere que vivamos como Jesús nos
ha enseñado y por eso nos exhorta:
“A
abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos
seductores y a renovarnos en la mente y en el espíritu; y a vestirnos de la
nueva condición humana creada a imagen de Dios: “justicia y santidad
verdaderas”.
Así podremos superar todos los problemas de
la vida y vencer las dificultades y pasiones.
La Eucaristía dominical (y ojalá diaria)
nos ayudará en esto.
José Ignacio Alemany Grau, obispo