JESÚS HABITA EN MÍ Y YO EN ÉL
En
este domingo, y aun en el próximo, continuamos leyendo el capítulo tan especial
de San Juan sobre la Eucaristía.
Se
trata de la Eucaristía como “promesa”.
San
Juan en su Evangelio no habla sobre la institución de este sacramento que
narran Pablo y los sinópticos. Por eso se ha extendido en el capítulo seis.
Las
enseñanzas del Evangelio de hoy son muy profundas y te invito a entrar en
ellas.
Lo
primero que encontramos es muy normal y lo pregunta toda persona seria:
“¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?”
Sin
embargo Jesús repite varias veces lo mismo, como vamos a ver.
La
fe nos enseña que en la hostia consagrada está Jesús, el hombre Dios, con su
cuerpo, alma, sangre y divinidad.
Esto
es cierto. Es de fe.
Pero
su presencia, nos advierte Benedicto XVI, no es física, sino metafísica.
Esta
expresión puede parecer un poco rara, pero es lo que siempre repetimos en la
Iglesia:
“Jesús
está sustancialmente”.
No
masticamos su cuerpo físico, pero sí recibimos su presencia real y sustancial,
a Jesús mismo.
Es
un gran milagro que solo el poder infinito de Dios puede hacer.
Los
que no tienen fe, se quedan como los fariseos sin este don tan maravilloso.
A
pesar de esta duda, Jesús repite la misma idea de muchas maneras:
“Os aseguro que si no coméis
la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en
el último día”.
A
quienes acojan a Jesús en la Eucaristía les hace la promesa más grande:
“Yo lo resucitaré…”
Después
nos promete entrar en el misterio trinitario que es lo más maravilloso que
puede acontecer a una criatura.
Disculpa,
amigo, ¿alguna vez has pensado, que recibiendo la Eucaristía entras en la vida
trinitaria?
Pide
en oración al Espíritu Santo que puedas entender lo que significa que Jesús,
“que es la verdad”, te diga hoy:
“El Padre que vive me ha
enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”.
La
vida de Jesús es la vida del Padre y del Espíritu Santo y tú vivirás en esa
misma vida si “me come”.
El
párrafo de hoy termina con una comparación entre el maná (“comieron y murieron”) y la Eucaristía (“vivirá para siempre”).
El
libro de los Proverbios nos habla hoy de la Sabiduría.
En
la tradición del Antiguo Testamento se personifica la Sabiduría y se la trata
como alguien divino que estuvo presente en la misma creación del mundo.
Tú
habrás oído hablar de esta Sabiduría referida a Jesús a quien Juan llama el “logos”.
Con
esto nos enseña que el Verbo, Sabiduría de Dios, “existía al principio y todo se hizo por Él”.
Por
su parte la liturgia refiere también a María lo que se dice de la Sabiduría.
Hoy
los Proverbios nos presenta a la Sabiduría preparando un banquete maravilloso
que nos recuerda, por un lado, el pasaje de Mateo (22,1) donde un rey prepara
el banquete para la boda de su hijo. Y, por otro lado, el banquete eucarístico
que meditamos hoy.
Todo
es regalo del Padre por medio del Verbo, encarnado por el Espíritu Santo en el
seno de María.
Una
vez más en estos domingos la liturgia nos repite en el salmo responsorial:
“Gustad y ved qué bueno es el
Señor”.
San
Pablo nos da consejos concretos en la continuación de la misma carta a los Efesios
que leímos el domingo pasado
Comienza
con unas palabras que también valen hoy:
* “Fijaos
bien cómo andáis… porque vienen días malos”.
Para
prepararnos bien nos da unos consejos concretos:
* “No
os emborrachéis con vino que lleva al libertinaje”.
* “Dejaos
llenar del Espíritu”.
* Nos invita también a rezar y a cantar
salmos e himnos, “con toda el alma para
el Señor”.
* Y termina pidiéndonos que vivamos dando
gracias a Dios.
El
verso aleluyático nos hace cantar “el que
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
La
Iglesia quiere que meditemos esto con profundidad, sobre todo quienes comemos
frecuentemente a Jesús:
“Jesús habita en ti y tú en
Él, con el Padre y el Espíritu Santo”.
Vete
a tu casa hoy repitiendo: Jesús habita en mí y yo en Él.
José Ignacio Alemany Grau, obispo