La liturgia de este domingo guarda una unidad muy importante para cada uno de nosotros, hombres y mujeres de este tiempo.
- Libro de la Sabiduría
Nos habla de dos realidades que constituyen la persona humana. En primer lugar, nos hace una pregunta que no es fácil responder:
«¿Qué hombre conoce
el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?».
Desde aquellos
tiempos el hombre tenía claro que posee razonamientos fiables por naturaleza:
«Su cuerpo mortal
es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita».
Si bien nos dice
que en el ser humano hay una «mente que medita», sin embargo, hay además una
gran confusión que llevamos dentro de nosotros porque «¿quién rastreará las
cosas del cielo? ¿Quién conocerá el designio de Dios si Tú no le das
sabiduría?».
Cuando la parte material
va unida conscientemente a la parte espiritual, tenemos la grandeza del
auténtico ser humano:
«Solo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que Te agrada».
- Salmo 89
Es una invitación
para que meditemos la grandeza y, al mismo tiempo, la pequeñez del ser humano: «Tú
reduces el hombre a polvo diciendo: “retornad, hijos de Adán”».
Para el salmista
Dios viene a ser como un sembrador: «Los siembras año por año como hierba
que se renueva por la mañana, y por la tarde se seca».
El escritor sagrado se vuelve a Dios pidiéndole, y nosotros con él: «Que adquiramos un corazón sensato. Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo».
- San Pablo
El apóstol nos
enseña la diferencia que hay entre un bautizado y uno que no lo ha sido:
Filemón, siendo pagano, tuvo a Onésimo como esclavo, pero ahora tanto Filemón
como Onésimo son bautizados y es distinta la manera de relacionarse que debe
tener Filemón con Onésimo.
El tiempo que hubo
de separación entre los dos cambió totalmente la mirada para contemplar al
mismo hombre. Por esta razón, dice San Pablo:
«Quizá se apartó de
ti para que lo recobres ahora para siempre y no como esclavo, sino mucho mejor:
como hermano querido».
Filemón aprendió a
valorar a la persona en todas sus dimensiones al recibir la fe con el bautismo
y comprendió que un cristiano tiene un valor muy grande al bautizarse, por eso
San Pablo mismo añade:
«Si yo lo quiero tanto, ¡cuánto más lo has de querer tú como hombre y como cristiano!».
- Verso aleluyático
Pedimos al Señor que nos ayude a descubrir el valor de la persona humana a la luz de la fe: «Haz brillar tu rostro sobre tu siervo. Enséñame tus leyes».
- Evangelio
El Evangelio de San
Lucas, en este día, tiene varias enseñanzas muy importantes para el verdadero
cristiano. Comienza Jesús diciendo:
«Si alguno se viene
conmigo y no POSPONE a su padre y a su madre… incluso a sí mismo: no puede ser
discípulo mío».
No hay
contradicción entre estas palabras y el mandamiento del amor fraterno: «Ámense
unos a otros como yo los he amado».
Tengamos siempre
presente en nuestra mente y corazón: JESUCRISTO ES EL PRIMERO EN TODO.
A continuación, nos
pide Jesús seguirlo a Él cargando la cruz de cada día, para que seamos auténticos
discípulos y nos presenta dos parábolas que aclaran la enseñanza.
Tenemos que llegar
a conocer perfectamente el valor de la vida del cristiano para que no nos
suceda como al que pensaba construir una casa y por no haber previsto el dinero
que necesitaba, «la gente decía: este hombre empezó a construir y no ha sido
capaz de acabar».
También tenemos el
caso del rey que va a la guerra con cinco mil hombres enfrentándose a su
enemigo que tiene diez mil hombres. Si ve imposible la victoria, se verá obligado
a pedir condiciones de paz.
La conclusión de la
reflexión que nos propone la liturgia es muy clara e importante, porque el ser
humano tiene dos tiempos que son dos valores muy distintos: uno terreno,
temporal y material, que es la primera parte de nuestra vida en este mundo; y
otro espiritual y eterno que tenemos que merecer mientras vivimos en la primera
etapa de nuestra existencia.
Ánimo, amigos: con
el tiempo ganamos la eternidad.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista