31 de agosto de 2025

CÉDELE EL PUESTO A ESTE - Domingo XXII del tiempo ordinario

Me gusta observar cuando comienzan a sentarse las personas que se creen bien formadas; cómo algunas se empujan para ubicarse en los primeros asientos. Con frecuencia recuerdo el Evangelio de hoy en esos momentos.

  • Eclesiástico

Nos ofrece una gran enseñanza a todos nosotros:

«Es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes».

Corregir al humilde siempre tiene éxito; en cambio, resalta la maldad del cínico que no tiene cura: «Es brote de mala planta».

Pero el sabio, más bien, aprecia las sentencias de los sabios y tiene «el oído atento a la sabiduría». Este sí merece que se le escuche y que se le corrija a tiempo porque aprecia la verdadera sabiduría.

  • Salmo 67

Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios rebosando de alegría. El salmista alaba a Dios, «Padre de huérfanos y protector de viudas».

De Él dice que desde su santa morada protege a los desvalidos y libra a los cautivos.

El salmo termina alabando a Dios que derrama una copiosa lluvia que alivia la tierra extenuada.

  • Carta a los hebreos

El párrafo de este domingo comienza negando la llamada de Dios al hombre en un fuego encendido, con nubarrones y tormenta y sonido de trompeta, con gran temor, como ocurría en el Antiguo Testamento.

Más bien con Jesucristo, en la nueva alianza sellada con su sangre, Dios se hace cercanía: «Vosotros os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta… y al Mediador de la nueva alianza, Jesús».

  • Verso aleluyático

Es una invitación a seguir de cerca a Jesús que carga con su cruz y mantiene sus enseñanzas:

«Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón».

Jesús es el Maestro y debemos aprender de Él todas sus virtudes humanas y divinas, en la medida que nos corresponde, especialmente la mansedumbre y la humildad que tanto cuesta al corazón humano, rebelde y orgulloso por naturaleza.

  • Evangelio

El Evangelio nos presenta una escena muy corriente en muchos ambientes de nuestra sociedad. Jesús se da cuenta de que los invitados pugnaban por los primeros puestos y sin más comenzó con esta parábola:

«Cuando te conviden a una boda no te sientes en el puesto principal, no sea que hallan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que les convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a este”».

Jesús describe la vergüenza del que se sentó antes de tiempo, al tener que ir a ocupar el último lugar del banquete.

Por el contrario, Jesús propone la humildad del que se sienta en el último lugar en la boda, y va hasta él el señor de la fiesta y le dice: «Amigo, sube más arriba».

Son las dos actitudes que Jesús destaca: el orgulloso que quiere ponerse en el primer lugar y el humilde que por haber sido sacrificado y ponerse en el último lugar será glorificado.

La gran enseñanza de Jesús es esta:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos… Invita a pobres, lisiados, cojos, ciegos: Dichoso tú poque no pueden pagarte. Te pagarán cuando resuciten los justos».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista