Evidentemente que lo que se exalta no es un simple madero, sino al Dios que quiso manifestar su amor en la humillación más grande. Meditemos hoy en el amor infinito de todo un Dios que se dejó crucificar para demostrar su amor a los hombres y salvarlos.
- Libro de los Números
Nos encontramos con
un mal momento del pueblo de Israel. El pueblo murmuró contra el Señor y contra
el maná que le había dado como alimento en medio de las arenas candentes del
desierto:
«¿Por qué nos has
sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da
náusea ese pan sin cuerpo».
A pesar de todo,
sabemos que en la tradición del pueblo de Dios el maná tenía un sabor muy
especial que satisfacía el hambre de cada uno.
Ante el privilegio
que le concedió el Señor de tener un alimento suficiente, Dios, como castigo,
les envía las serpientes venenosas «que los mordían, y murieron muchos
israelitas».
El pueblo se
arrepiente y pide a Moisés que suplique a Dios que lo perdone. Como respuesta
Dios no los liberó de las serpientes, sino que ordenó a Moisés: «Haz una
serpiente venosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes
quedarán sanos al mirarla».
Sabemos que ese estandarte es el símbolo de la cruz de Cristo que salvaría más tarde a toda la humanidad.
- Salmo 77
Escarmentados con
el ejemplo que vivió Israel en el momento terrible de las serpientes venenosas,
acudimos a la misericordia infinita de Dios pidiéndole que no olvidemos las
acciones maravillosas que hizo Dios con su pueblo:
«Cuando los hacías
morir lo buscaban y madrugaban para volverse hacia Dios. Se acordaban de que
Dios era su roca, el Dios altísimo su redentor.
Lo adoraban con sus
bocas, pero sus lenguas mentían… Dios, en cambio, sentía lástima, perdonaba su
culpa y no lo destruía».
Acudamos siempre a la misericordia infinita de Dios que está más allá de nuestros pecados.
- San Pablo
En la Carta a los
filipenses nos presenta el verdadero «estandarte» de nuestra salvación:
«Cristo, a pesar de
su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios… Se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz».
Ahora también
nosotros acudimos a la misericordia infinita de Jesús para pedirle perdón por
nuestros pecados y proclamar que «Jesucristo es Señor para gloria de Dios
Padre».
¡En Él está nuestra salvación!
- Verso aleluyático
Nos invita a adorar
a Cristo y bendecirlo porque es nuestro Salvador:
«Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos porque con tu cruz has redimido al mundo».
- Evangelio de San Juan
Es la impresionante
lección que Jesucristo le da a Nicodemo que acude a Él de noche, por temor a
ser visto por los judíos. Haciendo alusión a la primera lectura, le dice:
«Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre para que todo el que cree en Él tenga vida eterna».
A continuación, nos
habla del amor infinito de Dios que fue capaz de entregar al mundo para su
salvación a su propio Hijo único.
La llegada de
Jesucristo tiene una clara explicación: Dios «no mandó su Hijo al mundo para
condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él».
Este es el gran
regalo de la misericordia infinita de Dios.
Por eso, no
adoramos la cruz como un signo de tortura (hay tantos que la llevan hoy) sino
que en ella fue crucificado Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y
con fe lo adoramos y aprovechamos de «su entrega» a través de su muerte y
resurrección.
Con San Pablo
repetimos también hoy:
«Dios lo levantó
sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre…
Y toda lengua
proclame: “¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”.
***
En este día 14 de
septiembre de 2025, cumpleaños del Papa León XIV, le deseamos un día muy feliz
y le prometemos nuestra sincera oración para que Dios pueda actuar por medio de
él:
«¡FELIZ CUMPLEAÑOS,
PAPA LEÓN!».