Siete años me permitió el Señor ser misionero y párroco, en Ayabaca, en la parroquia de la Virgen del Pilar donde se rinde culto a una impresionante imagen de Jesús Cautivo.
La liturgia de hoy
nos habla del amor de Dios que nos ha venido a través de Jesucristo, verdadero
Dios y verdadero hombre.
En este día
meditemos en el amor infinito de Jesús, totalmente inmerecido por nosotros.
Él bebió el cáliz
de la pasión hasta la última gota.
Los suyos no lo hemos entendido, pero cuantos imitan al Señor bebiendo su cáliz gozarán del triunfo del Señor.
- Isaías
Este maravilloso
capítulo cincuenta y tres, totalmente mesiánico, describe el sufrimiento de
Jesús.
Meditemos lo que
dice Isaías, ocho siglos antes de que sucedan los acontecimientos:
«El Señor quiso
triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación… Por los
trabajos de su alma verá la luz…».
El fruto de los
sufrimientos del siervo de Yavé será este:
«Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos».
- Salmo 32
Pedimos la
misericordia del Señor con gran confianza:
«Los ojos del Señor
están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar
sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre».
De ahí brota
nuestra gran confianza en el Señor:
«Nosotros
aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti».
- Carta a los hebreos
Nos invita esta
carta a mantener la fe en Jesús, Sumo Sacerdote, que atravesó el cielo para
venir a salvarnos.
Él nos puede salvar
de todas nuestras debilidades porque «ha sido probado, como nosotros en
todo, menos en el pecado».
Esto nos da confianza para llevarnos al trono de la gracia, para alcanzar «misericordia y encontrar la gracia en el tiempo oportuno».
- Verso aleluyático
Nuestro salvador,
Jesús, ha venido a servir y nos pide que le imitemos en el servicio a los
hermanos:
«El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por muchos».
- Evangelio
Cuenta San Marcos
que un buen día se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y
le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».
A la pregunta de
Jesús, contestan: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro
a tu izquierda».
Jesús les advierte
otra cosa muy distinta:
«¿Sois capaces de
beber el cáliz que yo he de beber?».
No creo que
entendieran mucho la pregunta, pero contestaron: «¡Lo somos!».
Ahora sí, me
imagino que fue muy fuerte lo que oyeron:
«El cáliz que yo he
de beber lo beberéis y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a
bautizar, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí
concederlo. Está ya reservado».
Esta conversación
llenó de envidia al resto de los apóstoles y Jesús tuvo que apaciguarlos:
«Los jefes de los pueblos
los tiranizan…».
Y ahora, viene la
gran lección de Jesucristo Cautivo:
«El que quiera ser
grande sea vuestro servidor y el que quiera ser primero sea esclavo de todos».
Jesús completa la
escena poniéndose como ejemplo para ellos y para todos nosotros:
«El Hijo del hombre
no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por
todos».
Muchas cosas nos ha
enseñado Jesús, pero sin duda son dos cosas las fundamentales: el amor único a
su Padre y el servicio al prójimo, especialmente a los más pequeños y vulnerables,
por amor de Él.
José Ignacio Alemany Grau, obispo