La convicción de los israelitas, en tiempo de Jesús, era que las riquezas son el signo de la aceptación de Dios
Por eso les extraña tanto lo que Jesús enseña este día.
- Libro de la Sabiduría
Enseña que la
sabiduría es superior a todos los bienes. El escritor sagrado la pide en
oración al Señor.
Se aprecia la
sabiduría más que los bienes y las riquezas incalculables.
La riqueza de la
sabiduría es superior a todas las riquezas que fustiga el evangelio de hoy.
Con la sabiduría «me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables».
- Salmo 89
El salmista pide a
Dios que nos sacie de su misericordia «y toda nuestra vida será alegría».
Apoyados en esta
bondad del Señor, confiamos tener un corazón sensato para aprovechar los años
que Dios nos regale.
Por eso, pidamos
con el salmista:
«Por la mañana
sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría por
los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas».
Y terminamos
pidiendo:
«Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
- Carta a los hebreos
Destaca la importancia
de la Palabra de Dios que nosotros debemos leer para conocer, practicar y
enseñar a otros.
Sobre el valor de
esta Palabra, se dice: «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que
espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y
espíritu».
Esta Palabra, evidentemente se refiere a Jesús, Palabra del Padre, que «juzga los deseos e intenciones del corazón».
- Verso aleluyático
Dichosos los de espíritu de pobre, es decir, aquellos que teniendo o no riquezas confían siempre en el Señor y dependen de Él en su vida. Ellos son predilectos de Dios: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos».
- Evangelio
En el evangelio
tenemos tres momentos importantes.
+ Un joven
ilusionado se acerca a Jesús preguntándole:
«¿Qué haré para
heredar la vida eterna?»
Jesús responde lo
que es común para todo el que quiere salvarse:
«Guarda los
mandamientos».
El joven contestó
con sencillez que todo lo había cumplido desde pequeño.
En ese momento
Jesús le propone el camino de la perfección:
«Una cosa te falta,
anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro
en el cielo y luego, sígueme».
Como el joven no
pudo entender que la riqueza era Jesús, sintió debilidad en dejar las riquezas
que tenía y se marchó triste.
+ Cuando se va el
muchacho, Jesús advierte a los apóstoles:
«¡Qué difícil les
es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!».
Y como hace una
exagerada comparación que asusta a los apóstoles, ellos preguntan: «¿Entonces
quién puede salvarse?».
Esta es la
respuesta de Jesús:
«Es imposible para
los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
De todas maneras, advirtamos
que no está el peligro en las riquezas en sí, sino el apego a las riquezas por
encima de todo.
+ Finalmente, vemos
a Pedro que quiere aprovechar esta situación para sacar ventaja:
«Ya ves que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús lo toma en
serio y responde: «Os aseguro que quien deja casa o hermanos o hermanas o
madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio recibirá ahora, en
este tiempo, cien veces más… Y en la vida futura, vida eterna».
Es bueno que
terminemos este domingo poniendo toda nuestra confianza en Dios y con esta
seguridad adquirir las riquezas necesarias, como fruto de nuestro trabajo, pero
que nunca sean ellas las que dominen nuestro corazón que es solo para su
Creador.
José Ignacio Alemany Grau, obispo