31 de agosto de 2024

LOS MANDATOS DE DIOS POR ENCIMA DE LAS TRADICIONES HUMANAS

En este domingo XXII del tiempo ordinario, la liturgia nos presenta la fidelidad a la Palabra de Dios que se nos pide tanto en el Deuteronomio como en los demás libros y, sobre todo, en la Carta de Santiago y en el Evangelio.
  • Deuteronomio

El pueblo de Israel puede enorgullecerse porque «no hay ninguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca» como lo está el Señor de su pueblo.

Más todavía. La grandeza de esta nación se manifiesta en los mandatos y decretos tan justos como la ley que le da su Dios.

Por este motivo el Deuteronomio pide al pueblo de Dios que no añada ni suprima nada para cumplir los preceptos del Señor con fidelidad, poniéndolos por obra, porque en ellos se encuentra la sabiduría e inteligencia, que son la admiración de todos los pueblos:

«Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente».

Ojo amigos: porque dejar de lado los preceptos del Señor nos hace perder la inteligencia y la sabiduría que nos presenta como modelo ante los demás pueblos.

Israel, en ese sentido, era considerado como un modelo en la imitación de Dios.

  • Salmo 14

Nos enseña las características que debe tener todo el que desea hospedarse en la casa del Señor:

«El que procede honradamente y practica la justicia…

El que no hace mal al prójimo ni difama al vecino…

El que no presta dinero a usura…

El que no acepta soborno para hacer mal al inocente».

  • Santiago

Nos habla de la belleza de la Palabra de Dios. Espiguemos:

+ La Palabra de Dios nos ha engendrado: somos hijos de la Palabra de Dios que es el Verbo de la Santísima Trinidad.

+ La Palabra de Dios nos salva.

+ No se trata de escucharla solo. Hay que llevarla por la vida y practicarla.

+ La Palabra hay que concretarla en la vida, ayudando al huérfano y a la viuda y no dejándonos conducir por el mundanismo.

  • Verso aleluyático

Resume el plan maravilloso de Dios para la salvación de cada uno de nosotros:

«El Padre, por propia iniciativa, con la Palabra de la verdad, nos engendró para que seamos como la primicia de sus criaturas».

  • Evangelio

Los fariseos se molestan con Jesús porque sus discípulos no se lavan las manos antes de comer, como manda la tradición judía. Jesús primero hace una observación importante citando a Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos».

Con estas palabras Jesús reprocha a los fariseos que dejan de lado el mandato de Dios para aferrarse a sus tradiciones puramente humanas.

Finalmente, Jesús explica algo muy importante: lo que se come, sea lo que sea (y así declara puros todos los alimentos) no daña al hombre.

Lo que sí daña son las cosas que salen de dentro del corazón del hombre.

Jesús hace esta gran lista de estas cosas:

«Los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen impuro al hombre».

Esta es la gran lección de la liturgia en este domingo. Seamos valientes para poner siempre los mandamientos de Dios por encima de los caprichos humanos.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo