En este domingo continuamos la meditación del capítulo 6 de San Juan.
No se trata de
sacarnos sanos del hospital, sino de sacarnos de muerte a vida, del tiempo a la
eternidad:
«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día».
Proverbios
En la lectura de
hoy, la Sabiduría hace un llamado especial cuyo trasfondo la liturgia refiere a
la Eucaristía: «Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado.
Dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia».
Importante tener esto en cuenta cuando hablemos de la Eucaristía.
Salmo 33
«Gustad y ved qué
bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en
todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Mi alma se gloría en el
Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Nada les falta a
los que temen al Señor. Los ricos empobrecen y pasan hambre. Los que buscan al
Señor no carecen de nada. Apártate del mal y obra el bien. Busca la paz y corre
tras ella».
Esta es la paz que nos prometió Jesús y la encontraremos sobre todo al contacto con Él en la Eucaristía.
San Pablo
En la Carta a los
efesios nos invita a ser sensatos aprovechando la ocasión de unirnos a Dios «porque
vienen días malos».
Frente a esta
realidad de entonces y de hoy, el apóstol nos da estos consejos:
En primer lugar, no
estemos aturdidos y démonos cuenta de lo que el Señor quiere. Para ello, en vez
de caer en los vicios («no os emborrachéis con vino que lleva al
libertinaje») dejémonos llenar del Espíritu Santo. Incluso concreta más
pidiéndonos:
«Recitad salmos,
himnos y cánticos inspirados. Cantad y tocad con toda el alma para el Señor».
Finalmente, San
Pablo nos da una clave para superar las difíciles situaciones que podamos
encontrar:
«Siempre demos gracias a Dios por todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo».
Verso aleluyático
Nos recuerda uno de
los grandes tesoros que tenemos en la Eucaristía: la inhabitación del Señor:
«El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».
Como dijo Jesús en
la última cena «si uno guarda mis mandamientos será amado de mi Padre y
vendremos a él y moraremos en él». Esta es la inhabitación del
Señor.
Evangelio
El párrafo de hoy
comienza con una afirmación de Jesús que los judíos van a rechazar:
«Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Lógicamente los
judíos de ayer, y tantos hombres a través de los tiempos, repetirán:
«¿Cómo puede este
darnos a comer su carne?».
La pregunta es muy
lógica porque enseguida pensamos que cuando Jesús habla de comer su carne se
refiere a comer físicamente su cuerpo. Evidentemente que esto es imposible y no
se refiere Jesús a ello.
Lo que la Iglesia
nos enseña es la transubstanciación. Se trata, pues, de una comida
metafísica, es decir, en el orden de las sustancias. La sustancia de pan y de
vino dejan paso a la sustancia Jesús, Dios y hombre verdadero.
Jesús insiste: «Mi
carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida».
Y añade unas
enseñanzas que debemos meditar en este domingo:
«El que come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él… El que me come vivirá por mí».
Y termina el
párrafo del Evangelio de hoy, que continuaremos la próxima semana, diciendo:
«Este es el pan que
ha bajado del cielo. No como el de vuestros padres que lo comieron y bebieron.
El que come este pan vivirá para siempre».
Terminemos
meditando y agradeciendo esta verdad de fe: si comemos la Eucaristía tenemos
asegurada la eternidad en el seno de Dios.
José Ignacio Alemany Grau, obispo