Según la liturgia en este día se pueden suprimir estas palabras (del título) tan consoladoras de la carta de San Pablo a los Tesalonicenses.
Nosotros meditémoslas y hagámoslas llegar, sobre todo, a las familias de algunos difuntos.
- Libro de la Sabiduría
Este libro de la
Sabiduría, dicen que cronológicamente es el último libro del Antiguo
Testamento.
Nosotros podemos,
con la Tradición, referir la Sabiduría a Dios y en concreto al Verbo, Palabra,
Sabiduría del Padre:
«Meditar en ella (la Sabiduría) es prudencia consumada; el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen…».
- Salmo 62
Nos invita a tener
presente a Dios, día y noche, en nuestra vida. Experimentar el hambre de Dios
es algo muy importante que el mismo Dios ha puesto en nuestro corazón de
criaturas:
«Mi alma está
sedienta de ti.
Oh, Dios, tú eres
mi Dios, por ti madrugo. Mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene hambre de
ti como tierra reseca, agostada, sin agua».
Pidamos a Dios tener conciencia de esta necesidad de Él.
- San Pablo
Quiere que los Tesalonicenses
no ignoren la suerte de los buenos después de la muerte. Todo esto es debido al
sacrificio de Cristo Jesús:
«Si crees que Jesús
ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio
de Jesús, los llevará con Él».
Confiando en los
méritos del sacrificio de Cristo, Pablo exclama:
«Seremos arrebatados
al encuentro del Señor».
Por eso, nos anima
a la confianza diciendo:
«Estaremos siempre
con el Señor».
Ese sí es motivo de
consuelo que debemos de llevar, sobre todo, a los familiares que han perdido un
ser querido. Y repitamos:
«Consuélense mutuamente con estas palabras».
- Verso aleluyático
Recoge el
pensamiento principal de este domingo:
«Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
- Evangelio
Nos trae un detalle
más sobre lo que es el reino de los cielos, según enseña Jesucristo:
«Se parecerá el
reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a
esperar al esposo».
Se trata de las
jóvenes que embellecen la fiesta de un matrimonio. Jesús las divide en dos
grupos: unas que llevan sus lámparas junto con alcuzas de aceite de repuesto.
Las otras no.
Como nos ha
repetido muchas veces Jesús, la llegada del esposo siempre es inesperada:
«A medianoche se
oyó una voz: que llega el esposo, salid a recibirlo».
Entonces,
despertaron todas y las necias pidieron: «Dadnos un poco de vuestro aceite
que se nos apagan las lámparas».
Las sensatas les
pidieron que fueran a comprar para que luego no les faltara el aceite a todas.
Cuando llega el
esposo, entran cinco, y más tarde las otras cinco golpeaban la puerta pidiendo:
«Señor, ábrenos».
El señor les dijo
esta respuesta muy dura:
«Os aseguro: no os
conozco».
La conclusión la
saca el mismo Evangelio de hoy y debemos tenerla en cuenta:
«Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
José Ignacio Alemany Grau, obispo