Ya estamos hacia el fin del año litúrgico y la Iglesia, como buena madre, quiere que renovemos la fe en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, como una certeza de nuestra propia resurrección.
Él, Dios verdadero y hombre verdadero, murió para resucitar y ofrecernos la suya como una seguridad de nuestra vida eterna, después de la vida temporal.
- Libro 2 de los Macabeos
Encontramos el
ejemplo de una familia llena de auténtica fe en el Antiguo Testamento. Ante los
diversos y muy atroces malos tratos y vejaciones, escuchemos las palabras que
dirigen al tirano algunos de los siete hijos martirizados:
+ «¿Qué pretendes de nosotros? Estamos
dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».
+ «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente,
pero cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del Universo nos resucitará para
una vida eterna».
+ Presentado la
lengua y la mano, como le piden, dijo: «De
Dios las recibí y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo
Dios».
+ «Vale la pena morir a mano de los hombres
cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás
para la vida».
Maravillosa muerte la de estos siete muchachos y su madre, con una fe segura en la resurrección.
- Salmo 16
Se trata de una
súplica preciosa que podemos repetir:
«Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores… Inclina el oído y
escucha mis palabras».
En un detalle hermoso de confianza supliquemos al Señor con el salmista: «Guárdame como a la niña de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme».
- San Pablo
El apóstol comienza
con un deseo y petición a Dios para que consuele interiormente a los
tesalonicenses y les «dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras
buenas».
A continuación,
alaba e invita a la perseverancia a sus oyentes:
«Estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os
hemos enseñado».
Finalmente, un gran
deseo también para todos nosotros:
«Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo».
- Verso aleluyático
El Apocalipsis glorifica a Jesucristo porque «es el primogénito de entre los muertos y merece el poder y la gloria por los siglos de los siglos».
- Evangelio
Nos presenta a los
saduceos que no creían en la resurrección de los muertos y le cuentan un caso
medio posible y medio ridículo:
Una mujer se casa.
Muere su marido sin dejarle descendencia y, según la ley de Moisés, se casa con
su hermano y le sucede lo mismo con los siete hermanos, sin tener descendencia.
La pregunta es: «¿Cuándo llegue la resurrección de cuál de
ellos será la mujer?».
Jesús les advierte
que en el cielo no se vive en matrimonio, sino que hombres y mujeres serán como
los ángeles de Dios, por eso la Iglesia invita a los valientes, tanto mujeres
como hombres, a vivir la virginidad o el celibato como adelantando, ya en este
mundo, la vida de los resucitados que gozarán eternamente de la presencia de
Dios.
José Ignacio Alemany Grau, obispo