«Será grande, se llamará hijo del Altísimo. El Señor le dará el trono de
David su padre, reinará sobre la casa de Israel y su reino no tendrá fin».
A la luz de este texto entenderemos mejor las lecturas de este día.
- 2 libro de Samuel
Nos recuerda la
reunión de todas las tribus de Israel en Hebrón para declarar rey a David:
«Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel».
Con estas palabras
todos los ancianos de Israel escogieron al rey David que los gobernó durante
treinta años.
La unción del rey David es símbolo de la unción de Jesucristo y hoy nos invita a tomar en serio a Jesús como único Rey que en su misericordia nos ha salvado.
- Salmo 121
Nos lleva a la
ciudad de Jerusalén y a su rey David, figura de Cristo.
Pensemos en la Iglesia que avanza cantando: «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén», la ciudad santa.
- San Pablo
En el hermoso himno
de la carta a los colosenses encontramos un canto precioso a Jesucristo Rey del
Universo. Les invito a meditarlo y ojalá puedan hacerlo juntos en familia en
este día grande:
«Demos gracias a Dios Padre» porque nos ha
permitido compartir todos los dones que nos ha merecido nuestro Salvador.
Y una vez más,
entre nosotros, recordemos que Él es «la
cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos y así es el
primero en todo».
Con este lema, que nosotros repetimos con frecuencia, hagamos realidad la realeza de Cristo sobre nuestra vida.
- Verso aleluyático
Continúa la hermosa
comparación de este día recordando las palabras que, según San Marcos, repetía
el pueblo aclamando a Jesucristo:
«Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David»
- Evangelio
Hoy San Lucas, que
ya se despide de nosotros en el ciclo C, nos lleva al Calvario donde los
soldados, ofreciendo vinagre a Jesús se burlaban de Él diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Y, aunque protestaron
los sacerdotes, quedó grabado en una tablilla el título del crucificado, según
el mandato de Pilato:
«Este es el rey de los judíos».
De esta manera Dios
conduce los sentimientos humanos por encima de todo: Jesucristo, aunque
crucificado por los hombres sigue siendo su rey.
El párrafo del
Evangelio de hoy termina recordando que Jesús se despide del buen ladrón
regalándole su reino:
«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Amigos, que nunca
nada ni nadie nos separe de este Dios y hombre verdadero que nos ha introducido
en el reino de Dios.
José Ignacio Alemany Grau, obispo