En este domingo, la liturgia nos invita de distintas maneras a hacer una oración que nos permita comunicarnos de verdad con Dios.
Tenemos el ejemplo de Moisés y la insistencia de Jesús y, por otra parte, la importancia de la oración hecha con la misma Palabra de Dios, como nos enseña San Pablo.
- Éxodo
Josué, al frente de
los israelitas, da una batalla a los amalecitas.
Por otra parte,
están Moisés, Jur y Aarón, que en la cima del monte hacen oración. Mientras
Moisés tiene los brazos extendidos, gana Israel. Cuando se le cansan los brazos
van perdiendo los israelitas. Para evitar esto Aarón y Jur sientan a Moisés en
una piedra y sujetan sus brazos uno a cada lado: «Así sostuvo sus manos en alto hasta la puesta del sol».
El resultado de la oración del caudillo fue que «Josué derrotó a Amalec y a su tropa a filo de espada».
- Salmo 120
Dios está siempre
dispuesto a socorrernos. Contamos con Él. Lo que tenemos que hacer es invocarlo
con fe y confianza:
«Levanto mis ojos a los montes: el auxilio me viene del Señor que hizo
el cielo y la tierra».
La oración llega hasta
el detalle de «no permitirá que resbale
tu pie, tu guardián no duerme. No duerme ni reposa el guardián de Israel».
Nos advierte también el salmista los detalles del cuidado de nuestro Dios: «El Señor te guarda de todo mal, Él guarda tu alma. El Señor guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre».
- San Pablo
El apóstol de
corazón impaciente, durante toda su vida ha evangelizado y quiere que todos
imitemos a su discípulo Timoteo, a quien exhorta de una manera muy valiente y
concreta.
+ «Permanece en lo que has aprendido».
Timoteo pertenecía a una familia de fe y en ella conoció la Biblia desde pequeño.
Procuremos que los
que dependen de nosotros, sobre todo en nuestra familia, conozcan bien la
Palabra de Dios.
+ El santo aclara
cómo la Biblia, inspirada por Dios, es útil para muchísimas cosas:
«Es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la
virtud…».
Finalmente, conjura
valientemente a Timoteo en nombre de Dios y de Jesucristo:
«Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir».
- Verso aleluyático
Dentro del ambiente
litúrgico encontramos una exhortación para descubrir en la Palabra de Dios
nuestro gran tesoro de formación y meditación:
«La Palabra de Dios es viva y eficaz. Juzga los deseos e intenciones del corazón».
- Evangelio
Como siempre
importa la introducción que nos presenta Lucas:
«Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin
desanimarse» les cuenta una parábola.
Se trata de un juez
que no es ningún ejemplo de nada, pero Jesús sacará una conclusión que le
interesa y que desde el principio nos la ha dicho.
Es un juez que no
teme a Dios ni le importan los hombres.
Ante él se presenta
una anciana y le pide que le haga justicia. Al final el juez aburrido de tanto
reclamo dice así:
«Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me
está fastidiando le haré justicia, no vaya a terminar pegándome en la cara».
La conclusión de
Jesús es: si ese juez injusto, ante tanta insistencia concede lo que le pide la
anciana, «¿Dios no hará justicia a sus
elegidos que le gritan día y noche?».
Seamos constantes
en la oración.
José Ignacio Alemany Grau, obispo