Sabemos muy bien, porque nos lo enseñó Jesús, que es Dios quien da las vocaciones a la Iglesia.
Las
lecturas de hoy nos presentarán a Dios en el Antiguo Testamento llamando a
Isaías que responde con la maravillosa respuesta de: «Aquí estoy, mándame».
Por
su parte, el Evangelio nos muestra cómo Jesús llama a los primeros apóstoles
que le dan una respuesta inmediata.
¿Tú y yo estamos disponibles ante el Señor?
- Isaías
Dos
partes encontramos en este capítulo 6.
En
la primera el canto litúrgico que rezamos a diario después del prefacio.
En
efecto, dice Isaías que los serafines se gritaban uno a otro:
«Santo, santo, santo, el Señor de los
ejércitos. La tierra está llena de su gloria».
Para
completar nuestra formación será bueno que recordemos que también el eco de
esta oración lo encontramos en el Apocalipsis (4,8) donde se nos dice que «los cuatro vivientes del Apocalipsis cantan
sin pausa: santo, santo, santo es el Señor Dios, el todopoderoso, el que era y
es y ha de venir».
De
esta manera nos enriquecemos a la hora de meditar dicha oración.
Por
otra parte leemos cómo un serafín, con un ascua en la mano, le purifica la boca
a Isaías, diciendo:
«Esto ha tocado tus labios, ha desaparecido
tu culpa, está perdonado tu pecado».
A
continuación el profeta nos dice cómo nació su vocación. Oyó a Dios: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?».
El profeta generoso contesta: «¡Aquí estoy, mándame!»
- Salmo 137
Se
trata de una oración de alabanza al Señor en la cual el salmista lo glorifica y
le pide también que cuantos lo escuchen se unan a esta alabanza y acción de
gracias:
«Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti. Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad… Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra al escuchar el oráculo de tu boca».
- San Pablo
La
carta de San Pablo a los corintios nos presenta hoy uno de los textos más
claros de cómo nuestra fe viene primero por la Tradición y después por la
Escritura.
Esta
verdad de fe que nos enseña, nos advierte Pablo, que la ha recibido:
«Yo os transmití, tal como lo había recibido…».
Luego,
Pablo, escribe lo recibido en la carta a los corintios. De esta manera, lo que
fue Tradición ha pasado a la Biblia, lo mismo que sucederá cuando el apóstol hable
de la Eucaristía.
La
verdad que hoy nos enseña San Pablo es «que
Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer
día».
Después
narra las distintas apariciones a Pedro, a los doce, a más de quinientos
hermanos. Después se le apareció a Santiago… «Por último se me apareció también a mí».
Es
importante cómo Pablo nos enseña a reconocer la verdad sin orgullo:
«Por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no he sido yo sino la gracia de Dios conmigo».
- Verso aleluyático
Recuerda
la llamada de Jesús según San Mateo:
«Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres».
- Evangelio
El
Evangelio nos presenta a Jesús subiendo a la barca de Simón para hablar a la
gente ya que hay una multitud.
Cuando
termina dice a Pedro: «Rema mar adentro y
echad las redes para pescar».
Aunque
Pedro, como buen pescador, sabe que no hay peces y se lo advierte a Jesús, añade:
«Por tu palabra echaré las redes».
La
pesca es tan abundante que no solo se llena la barca de Pedro sino que tienen
que llamar a Santiago y Juan para que llenen también su barca.
Pedro,
que no podía comprender esa pesca milagrosa, se echa a los pies de Jesús
diciendo:
«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».
Jesús
aprovecha la oportunidad para decirle:
«No temas, desde ahora serás pescador de
hombres».
A
partir de ese momento los cuatro pescadores dejan sus barcas y siguen a Jesús.
José Ignacio Alemany Grau, obispo