Si
el domingo pasado recordamos al Buen Pastor, hoy invocamos y agradecemos la
caridad de este Buen Pastor que nos dio su propio cuerpo como alimento y su
propia sangre como bebida, para que nos sirvan para la vida eterna.
- 2 Reyes
El
gran taumaturgo del Antiguo Testamento, es decir, el que hace frecuentes
milagros, ha sido Eliseo, discípulo que recibió el espíritu de Elías. Hizo
muchos.
Hoy
la liturgia nos recuerda uno muy especial que fue signo concreto realizado con
unas primicias:
Un
campesino le llevó veinte panes de cebada y unos granos.
El
profeta le pide al mismo campesino que lo distribuya todo entre la gente que
está allí.
Él,
extrañado, responde:
“¿Qué es esto para cien
personas?”
Algo
así como le dijeron a Jesús cuando quiso que dieran de comer a toda la multitud
que tenían delante, con unos pocos panes y peces.
Por
su parte Eliseo contesta:
“El Señor dice comerán y se
saciarán”.
Así
sucedió:
Comieron
todos y sobró.
Aquí
tenemos que admirar dos cosas en Eliseo:
Su santidad y el poder que le dio el Señor que, en este caso, lo utilizó como un gran signo de la Eucaristía que con el tiempo consagraría Jesucristo en el cenáculo.
- Salmo 144
Nos
invita a admirar cómo Dios actúa como providencia en el Antiguo Testamento
porque el Señor “abre la mano y sacia de
bienes” a toda la humanidad.
Por
ese motivo la humanidad entera vive pendiente de la generosidad de Dios… todos
pendientes de Él y lo invocan. El salmo termina diciendo:
“Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma. La explicación de tus palabras ilumina y da inteligencia a los ignorantes”.
- San Pablo
En
su carta a los romanos nos asegura cuál es la maravillosa riqueza que Dios nos
ha regalado. Meditamos con gratitud la maravilla que nos da la gracia del
bautismo. En el Espíritu Santo que entonces recibimos tenemos, entre otras,
estas riquezas:
“Un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios Padre de todos que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo
invade todo”.
Una gran meditación para cada uno de nosotros: tanta riqueza nos ha dado el Señor y todas estas maravillas existen en nuestro interior.
- Verso aleluyático
Cuando
Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naín, la multitud repite comentando:
“Un gran profeta ha surgido
entre nosotros… Dios ha visitado a su pueblo”.
Así resalta hoy la liturgia con su aleluya los grandes milagros que refuerzan el poder de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
- Evangelio
Salió
Jesús de un lado del lago y llegó a la otra orilla.
Subió
a la montaña. Se encuentra Jesús con una multitud y sucede una situación
similar a la de Eliseo:
Jesucristo
siente pena y pregunta. Felipe contesta:
“Ni con doscientos denarios
bastaría para que cada uno coma un pedazo”.
Jesús
ordena:
“Decid a la gente que se
siente en el suelo”, donde
había mucha hierba.
Jesucristo
bendice el pan y reparten entre los cinco mil hombres. Comen y se sacian.
Jesús
manda recoger los trozos sobrantes para cuidar que nada se pierda.
Aquí
tenemos una buena enseñanza de Jesús: Nada justifica el derecho a derrochar por
tener en abundancia.
Cuando
ve Jesús que desean proclamarlo rey porque se han quedado admirados de que les
dé de comer sin trabajar… se esconde Él solo en la montaña.
Va
al encuentro tan frecuente con su Padre.
José Ignacio Alemany Grau, obispo