Entre
los hombres la amistad se manifiesta y crece con las comidas de intimidad y
cariño. Por eso fomentamos nuestros encuentros comiendo y bebiendo con alegría.
En
el cielo no habrá comidas ni banquetes al estilo de aquí pero habrá algo mejor
que nos hará felices para siempre.
Sin embargo de estos banquetes aprovechan las lecturas del día de hoy para trascender a la alegría que tendremos para siempre.
- Isaías
Dios
prepara en el monte Sión “un festín de manjares suculentos, un festín de vinos
de solera”.
Con
esa fiesta se acabarán las lágrimas y el temor a la muerte y el gozo será
definitivo y todos diremos felices:
“Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara… celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte”.
- Salmo 22
Este
salmo es bien conocido y querido por el pueblo de Dios que repite gozoso:
“El
Señor es mi pastor nada me falta”.
Entre
los cuidados del buen pastor se nos habla también del tema de hoy, es decir, del
gozo que da el saber que el Señor nos prepara “una mesa ante mí enfrente de mis enemigos… y mi copa rebosa”.
Otra vez nos invita a meditar en que la promesa del Reino se hace bajo la comparación de un convite.
- San Pablo
Hoy
leemos el final de su Carta a los filipenses. En ella Pablo nos da a conocer
cómo él ha vivido siempre con la fortaleza que le ha dado Dios (“todo lo puedo en aquel que me conforta”).
Por eso ha superado la pobreza y la abundancia y nos invita a confiar en el Señor que “proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús”.
- Verso aleluyático
Con
una hermosa expresión San Pablo nos invita a confiar en el Señor:
“Que el Padre de nuestro
Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón”.
Podemos entender que la mente de cada uno viene a ser la luz que nos dio el Creador para que el corazón no se engañe al escoger.
- Evangelio
Una
vez más Jesús dirige la parábola de hoy a los sacerdotes y ancianos de Israel,
buscando en ellos la posibilidad de convertirse y entrar en el Reino que Dios
les ofrece en Cristo Jesús.
Lo
hace también con la comparación de un festín similar al que cuenta Isaías, el
banquete en el monte Sión:
“Dios llama a los escogidos” (pueblo de Israel) pero desprecian su
llamada. Entonces convoca a pobres, enfermos… es decir, a los pueblos gentiles,
sin distinción de razas o economías.
Todos
están invitados a entrar en el Reino de Dios.
De
todas maneras hay que poner atención en el detalle de un hombre que se metió en
el festín sin el vestido de fiesta.
Por
este motivo no es aceptado en el Reino y echado fuera del banquete.
Nosotros
podemos entender este vestido de fiesta como el bautismo que nos hace hijos adoptivos
de Dios y aptos para entrar en el convite del Reino de los cielos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo