PENTECOSTÉS:
FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO
“Para
llevar a plenitud el ministerio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo… que
desde el comienzo fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió
el conocimiento de Dios a todos los pueblos” (prefacio del día).
Qué
gozo pensar que ese Espíritu ha sido
fiel y permanece con la Iglesia.
- Hechos de los apóstoles
Nos
refiere el gran acontecimiento de Pentecostés, cuando estaban reunidos los
seguidores de Jesús en el cenáculo.
El
viento recio, las llamaradas y el don de lenguas.
Todo
lo cual atrajo a la muchedumbre que admiró los acontecimientos especiales de
aquel día. Pero lo más importante fue que “se
llenaron todos del Espíritu Santo”.
Esta
presencia del Espíritu hizo que entendieran el mensaje del triunfo de Jesús
sobre la muerte y, sea que hablaran lenguas distintas o que los entendieran los
de distintas lenguas, lo importante fue que todos oyeron “hablar las maravillas de Dios”.
En
aquel mismo día nació la Iglesia para el mundo entero y empezaron las primeras
conversiones.
- Salmo responsorial
Va
precedido por un anhelo de la Iglesia que pide a Jesús:
“Envía tu Espíritu, Señor, y
repuebla la faz de la tierra”: “Bendice alma mía al Señor: ¡Dios mío qué grande
eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas… Gloria
a Dios para siempre”.
- San Pablo
Nos
advierte que “nadie puede decir: “Jesús
es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”.
Por
eso no debemos extrañarnos de que muchos no puedan conocer al Señor porque no
tienen de verdad el Espíritu de Dios.
A
continuación Pablo nos habla de los dones del Espíritu Santo que son muchos en
distintas personas, pero todos los produce, si son auténticos, el mismo
Espíritu.
Hay
que advertir, con el apóstol, que cuando los dones son auténticos, son siempre
para el bien de la comunidad.
Finalmente,
debemos agradecer a Dios el bautismo que, cuando es en el Espíritu Santo, nos
hace formar un solo cuerpo, la Iglesia, sin diferencia de clases sociales,
razas, etc.
- Secuencia
Este
bello himno, en su primera palabra, nos lleva al Apocalipsis, cuando el último
grito de la Iglesia es, precisamente: “Amén. VEN, Señor Jesús”.
A
continuación da títulos preciosos al Espíritu Santo que, siendo el alma de la
Iglesia, hace tantas maravillas en los que le siguen y creen en Él:
“Padre
amoroso del pobre… Dulce Huésped del alma… Brisa en las horas de fuego… Gozo
que enjuga las lágrimas… Divina Luz…”
Termina
pidiéndole que riegue la tierra en sequía, purifique las manchas del alma y que
reparta sus siete dones entre los fieles.
- Verso aleluyático
Vuelve
a ser como un grito gozoso de la Iglesia que pide la venida del Espíritu Santo
para que encienda en los fieles el fuego del amor eterno:
“Ven, Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor”.
- Evangelio
Es
el día mismo de la resurrección de Jesús en la noche.
Los
discípulos están encerrados por miedo.
No
podemos imaginar el asombro que sintieron en el momento en que, sin abrir las
puertas, vieron a Jesús que entraba feliz a conversar con ellos.
Su
saludo es “la paz” de la que ya había
hablado y que ahora viene a comunicarles como un fruto de su resurrección.
Encontramos
también el envío tan importante con el que manda a los suyos a evangelizar en
el nombre de la Trinidad Santa:
“Como el Padre me ha enviado
así también os envío yo”.
Finalmente,
en este mismo día de la Pascua, Jesús les hace el gran regalo del Espíritu
Santo para que puedan perdonar:
“Recibid el Espíritu Santo: a
quien perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis
les quedan retenidos”.
¡Bendita
Pascua de resurrección que nos mereció el regalo del Espíritu Santo en la gran
fiesta de Pentecostés!
José
Ignacio Alemany Grau, obispo