DOS
SANTOS QUE TUVIERON CELOS
No hay que confundir el “celo” que devoraba
a Jesús por el cuidado de la casa de su Padre, casa de oración, con los “celos”
que destruyen los matrimonios y las mejores obras.
De estos celos destructores hay que huir
por encima de todo.
Hoy la liturgia nos presenta cómo junto a
Jesucristo y al gran caudillo Moisés hubo dos santos que tuvieron celos en su
juventud.
- Libro de los Números
Nos habla del corazón generoso de Moisés
que, compartió el espíritu que Dios le había dado, con setenta y dos ancianos
para poder ayudar al pueblo que hacía enormes colas para que lo atendiera
Moisés que era el único que hacía justicia.
En el momento en que Dios llenó con su
espíritu a setenta de ellos, también descendió el mismo espíritu de profecía sobre
dos ancianos que estaban ausentes.
Cuando le dieron la noticia a Moisés el
joven Josué, lleno de celos no santos, gritó espontáneamente al caudillo:
“Señor mío, Moisés,
prohíbeselo”.
Moisés, en cambio, le dio la gran lección
de su corazón generoso y experimentado:
“¿Estás celoso de mí?
¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del
Señor!”
Esta es una gran lección que nos deben
enseñar desde pequeños nuestros padres y educadores para que en lugar de que
los celos maten nuestras amistades, el celo verdadero nos ayude a construir un
mundo más fraterno.
- Salmo responsorial 18
Nos recuerda que “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”.
(Nada de un corazón encogido por los
celos).
A continuación el salmo nos invita a pedir
que nunca nos deje caer el Señor en ese pecado que nos hace arrogantes y
violentos:
“Preserva a tu siervo
de la arrogancia para que no me domine, así quedaré libre e inocente del gran
pecado”.
- Santiago
Es una muy dura lección la que da el
apóstol a los que se aprovechan del prójimo haciendo sus negocios e ilícita
fortuna.
Reflexionemos (perdón amigos, porque la
expresión es del santo apóstol) lo que dice Santiago a esos injustos que con
sus riquezas se parecen a los chanchos que se engordan para que tengan más
carne a la hora de la matanza:
“Habéis vivido en
este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la
matanza”.
Muy duro, sí, pero muy importante para
pensarlo y corregirse a tiempo.
- Verso aleluyático
Será bueno que, para no caer en los celos
egoístas, pidamos así al Señor:
“Tu palabra, Señor,
es verdad, conságranos en la verdad” y líbranos del orgullo y la mentira.
- Evangelio
Juan, el más joven de los apóstoles, que
aún no conoce el corazón de Cristo, le da esta noticia como un éxito que piensa
que hará feliz a Jesús:
“Maestro, hemos visto
a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir porque no
es de los nuestros”.
En cambio Jesús, el corazón más grande que
ha pasado por la historia, le corrigió con esta respuesta:
“No se lo impidáis,
porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El
que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.
A continuación el evangelista San Marcos
recoge unos pensamientos sueltos que sin duda Jesús enseñó en distintos momentos:
+ El que “os de a beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os aseguro que
no quedará sin recompensa”.
Una hermosa manera de espiritualizar el
servicio al prójimo y más en concreto al evangelizador.
+ Luego habla Jesús muy duramente de los
que son causa de escándalo hasta llegar a decir:
“El que escandalice a
uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello
una piedra de molino y lo echasen al mar” para que no flote.
Esta dureza de Jesús se explica ya que el
escándalo es llevar al pecado a un inocente poniendo en peligro su alma.
+ Aunque con términos más fuertes, Jesús
nos viene a decir que debemos evitar todo lo que nos sirve a nosotros de
peligro de condenación.
Aprendamos, amigos, la lección de hoy que
es muy importante ya que resulta muy triste el darnos cuenta que por cosas
simples y sin importancia aparezcan los celos destructores en el matrimonio, en
las familias, en las parroquias, en el trabajo…
Que Dios proteja a la Iglesia de tan
horrible pecado.
José Ignacio Alemany Grau, obispo