21 de julio de 2018

CUANDO EL PASTOR ESTÁ ENAMORADO DEL REBAÑO
Normalmente los que nos dedicamos a las cosas de Dios, parcialmente o a tiempo completo, no solemos compartir mucho entre nosotros.
Fácilmente nos reunimos para hablar solo de cosas sin importancia (futbol, modas, política, etc.).
Veamos cómo los buenos pastores y el mismo Dios se preocupan por sus ovejas.
Para esto nos vendrá muy bien el ejemplo que hoy nos traen las lecturas y sobre todo San Marcos:
  • Evangelio
+ Los apóstoles regresaron de su misión y se reunieron con Jesús.
Si eso fuera lo más importante en nuestras reuniones, el fruto que sacaríamos los evangelizadores sería mucho mayor y además nos animaríamos unos a otros a evangelizar más y mejor.
+ Los apóstoles le cuentan todo a Jesús.
Todos cuentan todo: “lo que han hecho y lo que han enseñado”.
Este sí que es un gran tema de conversación para los amigos en la fe. Pero deben darse las dos cosas: que se cuente todo y que se escuche todo.
En realidad no hablamos, si no vemos muy interesados a los demás.
El resultado de nuestras reuniones es que nadie sabe lo de nadie y si viene algún chisme o mala interpretación no podemos defendernos.
¿Qué sé yo si mi hermano anuncia la verdad del Reino o se anuncia a sí mismo?
¿Será verdad que enseña algo contrario al Catecismo de la Iglesia Católica?
+ Los apóstoles contaron todo a Jesús y los recompensó con su compañía y descanso:
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo para descansar”.
¡Qué importante es descansar juntos, en amistad y fe… dejando por un tiempo el trabajo para estar solos con Jesús!
+ Tras el descanso y con nuevos ánimos se va de nuevo a evangelizar.
Así nos dice Marcos:
Jesús se  pone a evangelizar muchas cosas sin apuro para que puedan entender y asimilar la doctrina: “porque la multitud andaba como ovejas sin pastor”.
  • Efesios
San Pablo recuerda a los Efesios una realidad que ellos conocían:
Hasta que vino Cristo había dos mundos, el de los judíos que conocieron la revelación de Dios y el resto de los pueblos. Es decir judíos y gentiles.
Pero Jesucristo transformó el mundo y ahora su sangre nos ha purificado a todos por igual.
Ha traído la paz y ha hecho de todos una única humanidad.
Esto le ha costado a Cristo el sacrificio de su vida:
“Derribó con su carne el muro que separaba a los dos pueblos, el odio”.
Se entiende que en la cruz Jesús mató el odio que divide y llenó todo de amor.
Esta redención de Cristo nos ha unido definitivamente en la Trinidad, como dice hermosamente San Pablo:
Con Jesús todos podemos “acercarnos al Padre por medio de Él en el mismo Espíritu”.
¡Hermoso!:
En el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, todos formamos el “Hijo”.
  • Jeremías
Hoy como ayer, Dios ha puesto pastores encargados de alimentar y proteger a su pueblo, comparado muchas veces con un rebaño de ovejas.
Jeremías nos presenta a Dios quejándose de los pastores que descuidan el rebaño y advierte que Él mismo será quien pastoree a los suyos “para que puedan vivir tranquilos:
“Ya no temerán ni se espantarán y ninguno se perderá”.
Además el Señor ofrece ponerles buenos pastores, y en el descendiente de David nos invita a pensar en el Mesías Jesús que se llamó a sí mismo el “Buen Pastor”.
Amigos, en todo tiempo, en la Iglesia, debemos pedir que Dios nos dé esos buenos pastores que hacen falta, sobre todo en estos tiempos difíciles.
  •   Salmo responsorial (22)
Una vez más la liturgia nos invita a meditar el salmo del Buen Pastor:
“El Señor es mi pastor”.
Todos lo sabemos.
Pero a veces nos molestan sus pastos, su voz, su camino…
Y entonces nos empobrecemos y arruinamos.
Dios mismo nos ayuda a ser dóciles y crear unidad en el rebaño que conquistó Jesús.
Porque es una gozada decir:
“En verdes praderas me hace reposar y mi copa rebosa”.
¡Especialmente si hablamos de la Eucaristía!

+ José Ignacio Alemany Grau