LOS REGALOS DE DIOS EN CRISTO
Este domingo estamos todos invitados a
agradecer al Dios Uno y Trino que nos ha manifestado su amor con tan
maravillosos regalos que trajo a la humanidad el Verbo encarnado, Jesucristo.
Te invito a meditarlos en este precioso
himno de Pablo y a pensar que con el bautismo toda esta vida maravillosa vino a
ti para santificarte:
- San Pablo
Comienza el párrafo de la carta a los
Efesios, con una especie de resumen:
“El Padre nos ha
bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos”.
Veamos algunas de estas bendiciones:
+ “Antes
de la fundación del mundo fuimos elegidos (con una finalidad): que fuésemos santos e intachables ante Él
por el amor”.
Esto es inimaginable y fabuloso.
Dios te creó para que fueras santo, o sea,
para que te parezcas a Él.
Y lo pensó.
Y lo quiso millones de años antes que tú nacieras.
+ “Nos
ha destinado a ser hijos suyos”.
Por el hecho de ser hijos nuestra vida será
alabanza para el mismo Dios y todo esto gracias al Amado; es decir a Cristo
Jesús a quien el Padre llamó: “Este es mi
Hijo, el Amado”.
+ En la sangre de Cristo Redentor tenemos
también el perdón de los pecados, la redención abundante.
Cristo pagó la deuda infinita que la
humanidad había contraído con Dios.
+ Cristo, además, nos ha dado a conocer el
plan salvador de Dios.
“Recapitular todas
las cosas del cielo y de la tierra” en Cristo, que se ha convertido así en la “Cabeza” y resumen de toda la creación.
+ Más aún. Al ser hijos de Dios con
Jesucristo somos herederos del cielo.
Así
lo explica San Pablo a los romanos: “Herederos
de Dios y coherederos con Cristo”.
Todo esto porque Jesús se ha hecho nuestro
hermano y querido compartir con nosotros su herencia que es Dios mismo.
+ Por Cristo hemos sido marcados también
con el sello del Espíritu Santo prometido.
Es el Espíritu Santo quien nos da la
seguridad de esta herencia divina que nos pertenece mientras se alarga la
espera en este mundo.
Este es el himno de Pablo que nos ofrece la
liturgia hoy. En él canta las “bendiciones” de Dios para su pueblo y para cada
uno de nosotros.
Dios quiera que durante toda nuestra vida aprovechemos
para glorificar y agradecer a Dios.
Tengamos presente que todos los dones de Dios
nos vienen en Cristo y por Cristo. A Él la gloria por los siglos.
- Amós
Y ahora algo para entender mejor la primera
lectura de hoy, que es del profeta Amós. El profeta dijo de sí mismo:
“Yo era un pastor y
cultivador de sicomoros”.
Sin embargo, fue enviado por Dios a profetizar en Israel.
Israel es el reino del norte y Judá el
reino del sur.
El norte se separó de Dios y se hizo sus
propios dioses y sus propios reyes.
Incluso se hizo un templo distinto para que
su gente no viajara a Jerusalén.
Lo particular de este relato es que Dios
mandó a Amós, que pertenecía al reino del sur, para que predicara en el norte,
en Israel…
El sacerdote Amasías lo desprecia y le dice
que se vaya a ganar el pan en Judá.
Además dicho sacerdote calumnió a Amós ante
el rey de Israel.
Sin embargo, Amós, el sencillo hombre de
campo, profetiza valientemente el castigo de Dios que vendría sobre el reino
del norte.
- Salmo responsorial (84)
Es una invocación a la misericordia de
Dios:
“Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos tu salvación”.
Un hermoso salmo que será bueno que lo meditemos
y hagamos oración personal cada uno de nosotros.
- Evangelio
Nos relata la misión que Jesús encomendó a
los apóstoles y algunos detalles de la misma:
+ Los envía de dos en dos porque esto da
autoridad al que habla y seguridad al que escucha.
+ Les da autoridad sobre los espíritus
inmundos que es uno de los milagros más frecuentes que hacía el mismo Jesús en
aquel tiempo.
+ Les pide que vayan con pobreza y
desprendimiento.
+ También les advierte que si no los
reciben ni escuchan en algún lugar, se vayan a otro, sacudiendo hasta el polvo
de los pies… indicando que el Evangelio debe hacerse respetar. O como dirá
Jesús en otro momento: “No hay que echar
las perlas a los chanchos”.
+ Finalmente, Jesús les da el tema de
predicación que vale para todos los tiempos: predicar la conversión y sanar los
cuerpos y las almas. Para eso nos dejó a los sacerdotes.
Tengamos presente que el evangelizador
católico tiene que predicar siempre a Jesucristo y éste crucificado, como pedía
San Pablo.
José Ignacio Alemany Grau