SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
La Iglesia celebró con amor indecible la
Pascua de Jesucristo en Semana Santa: su muerte y resurrección. Con la fiesta
de Pentecostés terminó el tiempo pascual.
Pero ahora quiere que sus hijos celebremos
solemnemente lo que meditamos en aquel agridulce recuerdo que iba envuelto en
la penitencia de cuaresma y de los días santos.
Con este fin nos invita a celebrar estas
grandes fiestas fuera de cuaresma y pascua para que sus hijos saquemos provecho
de esos misterios importantes que son:
+ Jesucristo Sumo y eterno Sacerdote, que
es el autor y víctima de nuestra redención.
+ La Trinidad, las tres divinas Personas
que son un único Dios y fuente de todo don.
+ El Corpus Christi – la Eucaristía – el
gran regalo de Jesús a sus amigos.
+ El Corazón de Jesús, fuente inagotable de
todo don.
Hoy meditaremos las dos alianzas que Dios
ha celebrado con la humanidad. La primera y transitoria con la sangre de
animales, como nos referirá Moisés y la segunda y definitiva que hizo Jesús con
su sangre preciosa el día de Jueves Santo.
- Exodo
La lectura nos muestra la primera alianza celebrada
por Dios con su pueblo.
En resumen leemos:
+ La acción de Moisés rociando con la
sangre de víctimas animales, por un lado al altar y por otro lado al pueblo.
+ Moisés, después del sacrificio, presenta
a todo el pueblo la palabra de Dios y sus preceptos.
+ El pueblo se compromete con Dios diciendo:
“Haremos todo lo que
dice el Señor”.
+ Moisés confirma:
“Esta es la sangre de
la alianza que Dios hace con ustedes”.
Se trata de una alianza temporal y símbolo
de la que hará Jesucristo.
- Salmo 115
“Alzaré la copa de la
salvación invocando el nombre del Señor”.
A continuación vienen solo tres versículos
del salmo que, por cierto, es bastante largo, y nos indica la mejor forma de “pagar al Señor todo el bien que me ha
hecho”.
La copa de gratitud de que habla el
salmista es ahora el cáliz que ofrecemos a Dios; no como la ofrenda de sangre
de animales, sino con la sangre de Cristo en la Eucaristía.
- Hebreos
Esta carta nos recuerda la sangre del
Antiguo Testamento que era de animales y, aunque devolvía la pureza externa a
los que la ofrecían, nunca pudo purificar al hombre del pecado cometido contra
Dios.
A continuación nos habla de Cristo, el
único Sumo y Eterno Sacerdote que ofrece su sangre al Padre para purificar la
humanidad caída.
Jesús sí “purifica nuestra conciencia de las obras muertas y nos lleva a dar
culto al Dios vivo”.
La sangre de Cristo es de verdad “la sangre de la nueva y eterna alianza”,
como oímos cada vez que celebramos la santa Misa.
- Aleluya
Nos lleva a la sinagoga de Cafarnaúm donde
Jesús promete “el pan vivo que ha bajado
del cielo” y que es Él mismo.
Debemos tomar conciencia de que, en la
Iglesia de Jesús ,la vida eterna depende de comulgar:
“El que come de este
pan vivirá para siempre”.
¿Y tú, amigo, comulgas? ¿Lo haces con
frecuencia?
Te invito a meditar estas palabras de Jesús
en Jn 6. ¡Es maravilloso!
- Evangelio
San Marcos nos relata el sacrificio de
Cristo en el Jueves Santo:
“Mientras comían
Jesús tomó un pan, pronunció la bendición y se lo dio diciendo: Tomad, esto es
mi cuerpo”.
Jesús les ofrece después una copa con vino
y les dice:
“Esta es mi sangre,
sangre de la alianza derramada por todos”.
Fiel al pedido de Jesús que repiten los
distintos textos bíblicos, “haced esto
cada vez que lo bebéis en memoria mía” la Iglesia primitiva empezó muy
pronto, por fidelidad al mandato de su Maestro, a celebrar la Eucaristía que es
el corazón de la esposa de Jesús.
Lo esencial de esta celebración no ha
variado a pesar de los siglos transcurridos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo