AL ESCONDITE CON DIOS
En este domingo décimo del tiempo ordinario,
les invito a romper los esquemas de siempre y a compartir unos pensamientos
sueltos, tomados de las lecturas propias del día que sin duda nos ayudarán a
todos.
Nos cuenta la Escritura que Dios, al
atardecer, se paseaba en el paraíso como un amigo con Adán y Eva.
Un buen día viene Dios a conversar con Adán.
Dios tiene que llamarlo, preguntando:
- “¿Dónde estás?”
La respuesta de Adán es la del pecador que
se esconde avergonzado:
“Oí tu ruido en el
jardín y me dio miedo porque estaba desnudo”.
Así es, amigos, el pecado nos hace huir de
Dios y no solo de Dios, sino también de nuestros seres queridos, sobre todo de
los más íntimos.
Pero la bondad de Dios va más allá y
siempre irá más allá de nuestro pecado.
El mismo jardín que oyó la respuesta
avergonzada del pecador fue testigo de las palabras que prometían la salvación
en una mujer que, en su descendencia, aplastaría la cabeza de la serpiente.
El pecado había herido al hombre y la
misericordia lo tomaba en sus manos.
Aunque parezca raro, nosotros, que nos
sentimos arrastrados por lo que se ve hasta la entrega total incluso, a veces,
del alma, oímos hoy a San Pablo que nos dice:
“Lo que se ve es
pasajero. Lo que no se ve es eterno”.
¿Cuándo aprenderemos esto?
Parece que toda nuestra naturaleza está en
contra de los valores del espíritu que son los únicos que, trascendiendo el
tiempo, nos regalan la eternidad.
Anteayer recordábamos al Corazón de Jesús
como fuente de misericordia.
El salmo de hoy (129) nos advierte:
“Del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa”.
Amigo, espera en el Señor, espera en su
Palabra. Dios llega siempre, como el sol, cada día que amanece.
Jesús, el rechazado, incluso el tratado
como un “maldito”, nos dijo y lo ha cumplido:
“Cuando yo sea
elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”.
San Marcos nos presenta a la familia de
Jesús que llega para llevárselo diciendo que no estaba “en sus cabales”.
Jesús terminará explicándonos que su
decisión al venir a este mundo es ampliar su familia de un extremo al otro de
la tierra.
Su familia se tiene que distinguir por una “manía”.
La misma que Él tuvo cuando llegó a este mundo y dijo a su Padre:
“He aquí que vengo a
hacer tu voluntad”.
También dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”.
Hoy nos dice a todos:
“El que cumple la
voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
Fíjate bien en qué sentido tan profundo tú
puedes llegar a ser “la madre” (por la ternura y cercanía) de Jesús, cumpliendo
simplemente lo que rezas tantas veces en el padrenuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.
Era un Dios pagano.
Para los hebreos era el nombre que daban al
príncipe de los demonios.
- Pecado contra el Espíritu Santo
Algunos se extrañan que Jesús diga que no
tienen perdón los pecados contra el Espíritu Santo.
Esto no quiere decir que tenga ningún
recorte la misericordia de Dios. Todo el que se arrepiente, será perdonado,
porque la misericordia es infinita.
Lo que se entiende por “pecado contra el
Espíritu Santo” propiamente es la actitud del pecador que niega el pecado y
niega querer arrepentirse rechazando la misericordia.
No es que Dios no perdone, sino que el
pecador rechaza la misericordia y se niega a arrepentirse gozándose en el
pecado mismo. Porque si Jesucristo vino al mundo, fue precisamente para
perdonar a todos, con tal que acepten su perdón y misericordia.
Procuremos pedir a Dios muy sinceramente
por esta sociedad que está metida precisamente en esta rebeldía contra Dios,
blasfemando directamente contra Él y contra el Espíritu Santo y no solo con
palabras sino también con acciones de auténtica rebeldía contra Dios.
José Ignacio Alemany Grau.