Reflexión homilética para el XXIV domingo
del Tiempo ordinario, ciclo C
Este es un domingo especial para la
liturgia sobre todo en el año de la misericordia que estamos celebrando:
Dios manifiesta su misericordia en que nos
busca a cada uno.
Precisamente a las tres parábolas de hoy se
las llama “parábolas de la misericordia”, como habrás leído en la bula del Papa
Francisco:
Es el amor de Dios que se hace el
encontradizo en cada momento de nuestra vida y para conseguir nuestro corazón envía
al Verbo que se hizo hombre y camina por
nuestros desiertos y caminos, como el mejor amigo.

*El pastor busca la oveja. Ya sabemos a
quién representa cada uno:
A Dios y a ti (o a mí).
La oveja se escapa. El pastor la busca
hasta que la encuentra. Al encontrarla no la deja mal… la pone amorosamente
sobre sus hombros y grita a los vecinos:
“Felicitadme,
encontré la oveja que se me había perdido”.
¡Qué delicado! Se echa la culpa a sí mismo.
*La dracma y la mujer. El caso es similar
al anterior con matices distintos y la delicadeza del Señor que busca. Cuando
la encuentra reúne a las amigas para compartir su gozo:
“¡Felicitadme! He
encontrado la moneda que se me había perdido”.
En ambos casos Jesús saca la misma
conclusión: la alegría en el cielo por el encuentro.
*En la tercera parábola del capítulo,
encontramos muchos y emocionantes detalles:
El hijo pequeño quiere libertad y rompe los
lazos familiares. Ya no volverá más y pide la herencia que le corresponde.
El padre no pone obstáculos. Tiene más
experiencia del corazón humano y sabe que regresará.
El muchacho sale. Malgasta todo. No
encuentra trabajo. Apenas le mandan cuidar unos chanchos y… decide volver.
Jesús da a entender que el padre siempre
miraba el camino por donde se fue el pródigo.
Un día “lo
ve de lejos, se conmueve. Echa a correr. Se le echa al cuello y se puso a
besarlo”.
El hijo nunca pensó que el Padre lo buscaba
cada día con los ojos ancianos pero con el corazón amoroso.
Y todo fue fiesta.
En medio de la alegría comunitaria, el
Padre tiene que salir también a buscar al hermano mayor que no quiere entrar,
pensando en la gran injusticia de hacer fiesta porque regresó el malcriado
después de malgastar toda su fortuna.
El “hijo fiel” ofendió a su Padre y al
pequeño. “El padre salió e intentaba
persuadirlo…”
Así es ese padre que claramente representa
a Dios: sale a buscar al que parecía tan bueno y al que actuó tan mal.
En el corazón de Dios cabemos todos: tú y
yo también. Nos busca siempre.
No es el hombre quien busca a Dios sino
Dios quien busca a sus criaturas a las que regaló su imagen y semejanza.
Y ahora una mirada sobre los otros textos
del día.

Moisés intercede y Dios acoge y perdona.
Reflexiona los bellos detalles de la
oración que hace el gran caudillo Moisés.

Pablo nos invita a abrirnos a ese Dios que
busca, trayendo su perdón y misericordia:
“Podéis fiaros y
aceptar sin reserva lo que os digo: Cristo vino al mundo para salvar a los
pecadores”. Es
Jesús el enviado de Dios para buscar en su nombre.

Repetiremos esta frase del Evangelio de hoy:
“Me pondré en camino adonde está mi
Padre”.
Se trata del salmo 50. La gran oración del
arrepentimiento y vuelta a los brazos de Dios.
Pidamos con el salmista: “crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme”.
Amigo, si Dios te busca, vuélvete hacia Él:
lo tienes junto a ti.
José Ignacio Alemany Grau, obispo