Reflexión
homilética para el XXVI domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
La idea central
de este domingo está muy clara:
La misericordia
de Dios no acepta las injusticias de los hombres.
El profeta Amós
En un pueblito
cerca de Belén nació el profeta Amós.
Él dice de sí
mismo que “no soy profeta ni hijo de
profeta. Yo era pastor y cultivador de sicomoros”.
Pero el Señor
mismo lo envió a profetizar a mediados del siglo VIII antes de Cristo.
El párrafo de
hoy nos muestra las grandes diferencias sociales entre los que tenían toda clase
de riquezas y los que no tenían nada.
La descripción
que hace el profeta de la vida de los ricos es impresionante.
“Os acostáis en lechos de marfil; arrellenados en divanes,
coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa;
inventáis como David instrumentos musicales; bebéis vino en copas; os ungís con
perfumes exquisitos…”
Estos que tienen
tanto dinero no se preocupan de la enorme pobreza del pueblo.
¿No es esto lo
que pasa también entre nosotros?
Cuántos tienen
todo tipo de riquezas y no se preocupan de los que mueren de hambre.
El profeta
anuncia el castigo de Dios que vendrá a los de su tiempo:
“Irán al destierro a la cabeza de los deportados y se
acabará la orgía de los disolutos”.
¡Mucho más bello
es compartir generosamente ahora que es tiempo de misericordia!
El Salmo 145
El salmo
responsorial de hoy empieza en la segunda parte del versículo 6. Nos presenta
al Dios fiel que hace justicia:
“Él hace justicia a los oprimidos, Él da pan a los
hambrientos, el Señor liberta a los cautivos… abre los ojos al ciego… sustenta
al huérfano y a la viuda… Él mantiene fidelidad perpetuamente”.
Como vemos el
párrafo subraya la bondad del Dios amor que hace justicia a los hombres
despreciados y marginados por los ricos.
Pablo a Timoteo
Es un bello
párrafo que escribe Pablo apóstol a su “querido
hijo” en la fe a quien él mismo ordenó obispo:
La enseñanza es
muy buena y lo que pide Pablo a Timoteo, debemos pensar que nos lo dice también
a nosotros.
Frente a las
falsas doctrinas que había entonces, le pide:
“Practica la justicia, la fe, la piedad, el amor, la
paciencia, la delicadeza…”
Después lo
invita a combatir el buen combate de la fe y a conquistar la vida eterna.
Finalmente, en
virtud de la confianza que se han tenido siempre, Pablo lo emplaza:
“Te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni
reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.
Verso aleluyático
El verso
aleluyático es el mismo de la semana pasada.
Pablo nos pone
como modelo de desprendimiento a Jesús, que “siendo
rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”.
Si tú tienes
muchos bienes da gracias a Dios porque es una bendición fruto de tu trabajo,
pero comparte esos bienes con generosidad entre los que no tienen.
El Evangelio
Hoy nos
encontramos con una parábola conocida que cada uno de nosotros puede meditar
largamente.
Veamos algunos
detalles:
Jesús da nombre
al pobre, Lázaro, que significa “Dios ha ayudado”.
En cambio al
rico no le da nombre, simplemente lo llama Epulón, que significa “comilón”.
¿Qué pensarían
los fariseos que se burlaban de Jesús, según Lucas, “los fariseos que eran
amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de Él”?
El rico tacaño
banqueteaba a diario.
Para el pobre,
echado en su portal afeando el ambiente, no había nada, ni las sobras de la
comida del rico.
Jesús aumenta el
contraste añadiendo que “hasta los perros
venían y le lamían las llagas” a Lázaro.
Mueren los dos y
el pobre va al seno de Abraham mientras el rico va al infierno.
La eternidad
(¡que sí existe!) no es igual para todos. También esto hay que meditarlo.
Jesús presenta
al rico reclamando a Abraham una gota de agua y al pobre feliz.
¿Has pensado en
tu futuro más allá del tiempo?
Ahora puedes
escoger.
Pero no esperes
revelaciones que siempre engañan.
La revelación
verdadera de Dios terminó con el Apocalipsis.
Gracias, Jesús,
por hablarnos con tiempo para que podamos prepararnos a una eternidad feliz
contigo.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo