27 de agosto de 2016

UNA LECCIÓN DE HUMILDAD

Reflexión homilética para el XXII domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
La liturgia de este domingo nos habla directamente de la humildad y el corazón de las enseñanzas podríamos descubrirlo en el versículo aleluyático que nos dice:
*       “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Por consiguiente sus discípulos debemos descubrir en Jesucristo el modo más adecuado de vivir el Evangelio, cargando con confianza lo que Él llama su yugo, que en realidad es el amor y por eso es suave y ligero.
*       En la primera lectura tenemos unos consejos para ser felices y alcanzar el favor de Dios. En realidad estos versículos del Eclesiástico están entresacados del capítulo tres, del que podríamos aprovechar estas enseñanzas:
* “En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso”.
Así lo entendemos. De hecho, cuando vemos una persona generosa pero arrogante y la comparamos con un hombre sencillo y humilde que está en actitud de servicio preferimos a éste.
* “Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios”.
Nos parece estar escuchando el Magnificat de la Virgen en el que se reconoce engrandecida en su pequeñez por la bondad del Señor.
* “Dios revela sus secretos a los humildes”.
La historia de la Iglesia con sus grandes santos nos permite entender cómo Dios los ha iluminado en la medida en que ellos han sido muy humildes ante su Creador.
*        El salmo responsorial
Nos presenta también versículos sueltos que pertenecen al salmo 67.
* Admiramos el gozo del justo en la casa del Señor rebosando de alegría.
* Admiramos la bondad de Dios con los desvalidos y cómo se preocupa de los humildes: “padre de huérfanos y  protector de viudas”.
* Junto a ello Dios aparece preparando una tierra fecunda para los pobres.
*        Carta a los Hebreos
En este párrafo de hoy se expone la diferencia del trato que Dios da en el Antiguo Testamento con la cercanía del nuevo, a través de Cristo. Nos advierte que nosotros no nos hemos acercado al monte Sinaí cuando Dios hablaba a su pueblo en un ambiente de “fuego encendido, densos nubarrones, la tormenta, el sonido de las trompetas”. Todo aquello asustó a Israel que pidió a Moisés que no les hablara Dios a ellos directamente sino que les hablara a través de su caudillo.
En cambio nosotros, en el Nuevo Testamento, nos hemos acercado “al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos y al mismo Jesús, mediador de la nueva alianza”.
Es en la Eucaristía donde de una manera especial nos unimos a esa liturgia del Apocalipsis que se nos acaba de describir.
*        El Evangelio
Podríamos resumir la lección de san Lucas con estas palabras: “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Jesús aprovecha para dar dos lecciones a los fariseos que le han invitado a comer para poder expiar su actuación.
La primera, al ver Jesús que los invitados al banquete buscaban los primeros puestos, les enseña que es más prudente ponerse en el último lugar. El que se ubicó en la cabecera de la mesa corre el peligro de que el dueño de la casa le diga: “cédele el puesto a éste”.
En cambio, si en humildad buscas los últimos puestos, posiblemente el que te invitó te ensalce ante todos, diciéndote: “amigo, sube más arriba”.
Aquí es donde Jesús aclara la situación con las palabras que decíamos antes: “todo el que se humilla será enaltecido”.
La segunda lección de hoy es:
“Cuando des una comida o cena, no invites a tus amigos… ni a los vecinos ricos, porque ellos te corresponderán y quedarás pagado”.
Termina diciendo Jesús que invites más bien a pobres, lisiados, ciegos, porque ellos no podrán pagarte, pero Dios sí te pagará en la resurrección de los justos.
Recordemos que la “humildad es andar en verdad”.  Y la verdad es que, primero es Dios en tu vida, después tu prójimo, porque así lo quiso Dios y después tú, que así gozarás de la amistad de Dios.
¡Jesús humilde! ¡María esclava! ¿Y tú?
José Ignacio Alemany Grau, obispo