¿EL CELO O LOS CELOS?
La
palabra “celo” tiene raíz hebrea que recoge la idea de un líquido que entra en
ebullición.
Esto
nos hace pensar en el rojo del rostro de un hombre apasionado.
El
celo puede venir del amor apasionado o de la envidia que surge en el corazón.
En
la Biblia se lee que Dios es celoso y exige una adoración única, porque hemos
sido creación suya y le debemos todo cuanto somos y tenemos.
En
efecto, en Éxodo (20,5) leemos:
“Yo, el Señor, tu Dios, soy
un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos hasta la
tercera y la cuarta generación de los que me odian. Pero tengo misericordia por
mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos”.
La
lectura de hoy, en el libro de los Números, nos presenta cómo Dios “bajó en la nube, habló con Moisés y,
apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos”.
El
texto indica que este profetizar de los setenta y dos ancianos no volvió a
repetirse ya que otras traducciones distintas del texto dominical cambian la
palabra “enseguida” de nuestro texto,
por esta otra: “pero esto no volvió a
repetirse”.
Hemos
de tener en cuenta varios aspectos:
Josué
aparece por primera vez en la Biblia. Él será el gran caudillo que suceda a
Moisés aunque hoy es muy joven e impetuoso.
Pero
lo más hermoso del texto es que cuando le dicen a Moisés que Eldad y Medad
están profetizando en el campamento y que se lo prohíba porque no están con el
grupo de los setenta, Moisés, el de corazón grande, respondió:
“¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá
todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!”
Vayamos
acumulando ideas para nuestra meditación: aquí hay “celos” y no “celo”.
“Dios es celoso”. Y Moisés también. En cambio Josué y el
otro muchacho están celosos.
Será
bueno que meditemos también cómo entre los seguidores de Cristo muchas veces se
destruyen unos a otros y lo que es peor destruyen el plan de Dios con sus
celos.
El salmo
18 nos dice que la obra maestra de Dios es la ley.
No
olvidemos que este salmo pertenece al Antiguo Testamento, porque en la plenitud
de la economía de la salvación es Jesucristo, Verbo encarnado, la obra maestra
de Dios.
En
el salmo leeremos “los mandamientos del
Señor son rectos y alegran el corazón”.
El
cumplirlo nos llena de santo celo.
El
apóstol Santiago nos dice “ahora, los
ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado.
Vuestras
riquezas están corrompidas y vuestros vestidos están apolillados”.
Es
bueno meditar todo el mensaje de hoy, pero también debemos recalcar que
refiriéndose al juicio final, Santiago critica las injusticias y corrupción de
los ricos que condenan y asesinan al inocente que no les ofrece resistencia y,
con palabras muy duras que no dejan de hacer alusión a esos animales a los que
se ceba para “beneficiarlos”, les dice:
“Os habéis cebado para el día
de la matanza”.
(A
esto aludía en mi reflexión de la semana anterior.)
Esta
perspectiva escatológica (es decir, que se relaciona con el final de la vida)
es una invitación para que todos nosotros meditemos cómo nos gustaría estar
preparados para el encuentro con el Señor. Que nuestra preocupación no se
limite a lo material que es perecedero.
El
verso aleluyático dice: “tu Palabra,
Señor, es verdad. Conságranos en la verdad”.
Está
tomado del capítulo 17 de San Juan al que llamamos “la oración sacerdotal de
Jesús”.
Aunque
no son literales, la idea es clara. La verdad existe, la verdad es Cristo
porque Cristo es Dios.
Le
pedimos a Él mismo que nos consagre en esa Verdad para que no caigamos en la
trampa de nuestro siglo, que llamamos “el relativismo” y que enseña que no
existe más verdad que lo que gusta a cada uno.
Respecto
al Evangelio, leemos que los apóstoles dicen a Jesús: “Hemos visto uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido
impedir, porque no es de los nuestros”.
Enseguida
te has dado cuenta de que otra vez nos encontramos no con el celo por Dios y su
mensaje, sino con los celos que siempre hacen daño. (Recordamos a Josué y al
otro joven.)
Jesús
con un corazón evidentemente más grande que el de Moisés, les advierte: “No se lo impidáis porque uno que hace
milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí”.
A
continuación leemos otros pensamientos sueltos:
-
Recompensa a sus discípulos hasta por un vaso de agua que han dado al
necesitado.
-
Al escandaloso “le convendría que le
encajasen en el cuello una piedra de molino y que lo arrojasen al mar”. (El
escándalo es un pecado muy grave.)
-
Con unas imágenes muy claras advierte Jesús que cuando está en peligro nuestro
destino eterno hay que tomar las decisiones necesarias aunque nos puedan costar
mucho:
“Si tu pie te hace caer,
córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies
al infierno”.
Te
invito a buscar en tu Biblia en el párrafo del Evangelio que hoy leerá el
sacerdote, los versículos 44 y 46 del capítulo 9 de San Marcos. Si los
encuentras escríbeme por favor.
Sé
celoso movido por el fuego del amor y no con la envidia que brota de un corazón
muy pobre.
José Ignacio Alemany Grau, obispo