LO QUE HACE JESUCRISTO LO HACE DIOS
Hoy
te invito a hacer un profundo acto de fe en Jesucristo y en las maravillas de
su obra.
Piensa
que todo lo que Él hizo lo hizo Dios.
Las
cosas más sencillas de los seres humanos las hizo Jesús como verdadero hombre
pero también como Dios verdadero.
Esto
lo sabes y repites pero es bueno que consideres que precisamente por ser Dios
las acciones de Jesús tienen un valor infinito.
Por
eso resulta interesante la enseñanza de San Alfonso cuando afirmaba que una
lágrima de Jesús hubiera salvado a toda la humanidad porque tenía un valor
infinito.
Pero
aunque ello hubiera bastado, la entrega del Señor fue total, hasta la muerte y muerte de cruz. Así nos ha manifestado
claramente que nadie amó más ni mejor que Él.
Las
lecturas de hoy nos presentan a Jesús cumpliendo las promesas que hizo Dios en
el Antiguo Testamento.
Isaías
dice:
“No teman… Dios viene en
persona, resarcirá y os salvará”.
Esa
presencia de Dios que viene en Persona es Cristo, que realizó los prodigios
enumerados por el profeta:
“Se despegarán los ojos del
ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la
lengua del mudo cantará”.
Incluso
podemos descubrir en los últimos versículos de Isaías el gran regalo del que
Jesús habla en el Evangelio, refiriéndose al Espíritu Santo, que nos convierte
a cada uno de nosotros en “torrente de
agua viva”:
“Han brotado torrentes en la
estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial”.
El
salmo (145) resalta que Dios en su fidelidad y justicia “da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor
abre los ojos al ciego…”
Todas
estas maravillas las hizo realidad Jesús:
-
En la
sinagoga de Nazaret confirma que el Padre “me
ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y
a los ciegos la vista, a poner en libertad a los cautivos” (Lc 4,18).
-
También
“desata a la mujer que satanás tuvo atada
dieciocho años” (Lc 13,16).
-
Da la
vista a los ciegos de Jericó y al ciego de nacimiento.
-
Alimenta
a la multitud con la multiplicación de los panes.
Por su
parte Santiago nos advierte que no debemos mezclar las cosas y que si tenemos
fe en Jesucristo no nos dejemos llevar del favoritismo, dando la preferencia a
quien Dios no se la da:
“Veis al bien vestido y le
decís: por favor, siéntate aquí en el puesto reservado. Al pobre en cambio:
estate ahí de pie o siéntate en el suelo…
¿Acaso no ha elegido Dios a
los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que
prometió a los que lo aman?”.
Según el
verso aleluyático Jesús evangeliza y sana.
Si
nos fijamos en el versículo completo de Mateo (4,23) el evangelista nos
presenta tres acciones de Jesús:
-
Recorría
toda Galilea enseñando.
-
Proclamaba
el Evangelio.
-
Sanaba
toda enfermedad y dolencia.
El
Evangelio nos habla detenidamente de uno de los milagros profetizados en el
Antiguo Testamento, la curación de un sordomudo que Jesús realiza con unos
signos externos distintos de lo acostumbrado:
“Apartándolo de la gente, a
solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua…”.
Hay
algo que llama la atención en este milagro:
Jesús
solo evangelizaba en Israel, según dijo Él expresamente, pero este milagro y el
de la hija de la cananea los hace en territorio de paganos.
Resulta
hermoso ver cómo los paganos siguen a Jesús e incluso nos enseñan a
glorificarlo diciendo:
“Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
“Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Hoy
tú y yo admiramos cómo Jesús cumple la voluntad del Padre manifestada desde
antiguo y con los paganos de la Decápolis repetimos:
“¡Jesús todo lo hizo bien!”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo