CADA UNO EN SU SITIO… Y JESÚS EL PRIMERO
Llamaron
a Pedro para que declarara sobre Jesús.
Estaban
reunidos los mismos que habían condenado a Jesús gritando: “¡reo es de muerte!”
Ahora
quieren poner orden en Jerusalén pensando que el grupo de los seguidores de
Jesús era fácil de asustar.
No
olvidemos que después de predicar Pedro, explicando la curación del cojo de
nacimiento, se habían convertido cinco mil personas.
Pero
el que puso las cosas en su sitio fue Pedro que aprovechó la oportunidad para
repetirles, una vez más, lo mismo que dijo al gran público, tanto el día de
Pentecostés como después del milagro de la curación del paralítico.
El
simple pescador del mar de Galilea los desconcierta a todos.
Este
es el esquema de lo que les dijo, hablando de su Maestro:
-
Ustedes lo crucificaron pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
-
Hoy Jesús está vivo y está actuando.
-
No hemos sido nosotros. Jesús ha curado al tullido.
-
Han sido cinco mil personas las que se han convertido. Esta es la fuerza del
Resucitado también en estos días.
-
Está claro que ustedes rechazaron a Jesús pero ahora se ha convertido en la
piedra angular.
-
Desde ahora ningún otro puede salvar. “Bajo
el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”.
Está
claro que Pedro, después de Pentecostés, quedó lleno del Espíritu Santo y no
era fácil hacerle callar.
A este
Jesús rechazado, lo proclamaremos en el salmo responsorial, repitiendo las
hermosas palabras del salmo 117:
“La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular… Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido
un milagro patente”.
¿Quién
es tu padre?
“El mundo no nos conoce
porque no le conoció a Él”.
Por
eso no debemos extrañarnos de que el mundo persiga a los seguidores de Jesús,
como vemos dolorosamente en nuestros días.
San
Juan en su carta nos habla de Dios y nos dice que, aunque no nos conozcan los
demás, debemos meditar esta gran verdad:
“Mirad qué amor nos ha tenido
el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!”
Sí.
Somos hijos de buen Padre.
Ya
somos sus hijos adoptivos pero “aún no se
ha manifestado lo que seremos”.
Medítalo,
amigo. Que ayude en tu vida el pensar que “seremos
semejantes a Él porque lo veremos tal cual es”.
El
verso aleluyático nos presenta a Jesús con el título que le da la Iglesia en
este día:
“Yo soy el buen pastor,
conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí”.
Él
nos conoce, ¡es buen Pastor!
¿Nosotros
lo conocemos de verdad?
No
olvidemos que somos sus ovejas.
Juan nos
habla de Jesús como Pastor bueno y muy especial entre todos los pastores.
Pero
esto del buen pastor es un poco extraño.
Hasta
ahora no he conocido ningún pastor que dé la vida por sus ovejas.
Sí
conozco, en cambio, a muchos pastores que las trasquilan para aprovechar su
lana; las venden en la feria o simplemente las matan para comer su carne.
Sin
embargo Jesús se presenta como el Pastor bueno que sacrifica la vida por las
ovejas.
Aunque
se nos hace muy normal repetir que Jesús es el buen Pastor es algo inexplicable.
Él
es Pastor que aprendió del Padre Dios a darse, en vez de aprovecharse de los
demás:
“Conozco a las mías y las
mías me conocen igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre. Yo doy mi
vida por las ovejas”.
Jesús
mismo explica que da la vida porque tiene el poder y la seguridad de
recuperarla:
“Nadie me la quita sino que
yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y poder para
recuperarla”.
Solo
queda una pena en el corazón del Buen Pastor.
“Tengo además otras ovejas
que no son de este redil. También a estas las tengo que traer y escucharán mi
voz. Y habrá un solo rebaño y un solo pastor”.
Hoy
recuerda la Iglesia al Buen Pastor y por lo mismo nos pide que oremos por las
vocaciones.
Hagámoslo
con mucho amor.
José Ignacio Alemany Grau, obispo