LA COMIDA DE LOS TIEMPOS DIFÍCILES
“Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos”.
Son palabras de San Pablo en la liturgia de hoy.
Si uno estudia la historia de la humanidad, se da cuenta de que los malos momentos se repiten frecuentemente y que después de unos tiempos de euforia, bienestar y riqueza vienen las crisis de todo tipo y no precisamente por la santidad de los hombres.
Podemos decir que hoy estamos en un momento parecido a ésos por lo que será bueno aprovechar los consejos que nos dan las lecturas del día.
La primera lectura que es de los Proverbios nos presenta a la Sabiduría, en la cual podemos entender que se habla de la Segunda Persona de la Trinidad. Al encarnarse el Verbo “se ha construido una casa plantando siete columnas”.
Según enseñan los exegetas, las siete columnas indican que se trata de la construcción de una casa rica y perfecta que tiene un patio interior con esas siete columnas.
Esta idea nos la da también el número siete que es simbólico e indica perfección.
Podemos decir que esta Sabiduría, el Verbo encarnado, ha construido esta casa para reunir en ella a todos los que viven en problemas y les dice: “los inexpertos que vengan; quiero hablar a los faltos de juicio: venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis; seguid el camino de la prudencia”.
Con estas palabras es fácil que la memoria nos traiga el recuerdo de Jesús: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré…”
A esta misma invitación se refiere el Evangelio de hoy, continuación del capítulo seis de San Juan:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.
San Pablo, hablando a los Efesios y hablando también a cada uno de nosotros, nos advierte:
“No estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere.
No os emborrachéis con vino que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu”.
Y sigue aconsejándonos en estos momentos difíciles que corren, pidiéndonos una vida de unión con Dios y de oración: “recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor”.
Es bueno resaltar este detalle de “cantar y tocar con toda el alma” y no por rutina o compromiso como sucede con frecuencia.
San Pablo completa su pedido invitándonos a dar “siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
También es cierto que hoy, como en la sinagoga de Cafarnaúm, la gente sigue discutiendo:
“¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?”
Es evidente que se trata de algo incomprensible. Pero tenemos por un lado la Palabra de Dios bien clara y por otro el poder infinito que Él tiene. Esto nos permite creer.
Jesús en la sinagoga les da esta respuesta:
“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros…
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.
La Iglesia nos enseña que la presencia de Jesús es real y sustancial.
Esto no significa que comemos físicamente el Cuerpo de Cristo y lo masticamos. Eso no tendría sentido.
Lo que se nos dice es que se trata de una presencia sustancial o metafísica.
Jesús está con su cuerpo, sangre, alma y divinidad porque es Dios y puede hacer el milagro de estar en muchos sitios a la vez.
Por otra parte su presencia sustancial o metafísica puede ocultarse en cantidades mínimas de pan o de vino.
Podríamos decir, por tanto, que la gran lección de este domingo es importante ya que nos da una respuesta muy concreta para los tiempos difíciles que corren.
Resumiendo todo esto queda claro que,si queremos triunfar en la vida debemos cobijarnos en la casa de la Sabiduría divina, vivir los compromisos de fe y oración que se nos piden y sobre todo comer el alimento más sano y eficaz que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Terminemos, pues, diciendo con el salmo responsorial de hoy, que es el mismo del domingo anterior, porque se trata del mismo Evangelio:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él”.