¿UNA RAMA SOLA Y CON FRUTO?
No es fácil imaginar que una rama quiera vivir sola y, separándose del
árbol pretender dar fruto y fruto abundante.
Esto puede parecer muy extraño pero es lo que sucede continuamente,
incluso entre los discípulos de Jesús.
La gente quiere ir sola, la gente quiere llamar la atención y además
pretender dar más fruto que otros.
La liturgia de este domingo nos invita a la unidad entre nosotros y con
Cristo. Y por Cristo con el Padre, en el Espíritu Santo.
Meditemos, una vez, más la hermosa comparación (alegoría) que nos
recuerda San Juan:
“Yo soy la verdadera vid y mi
Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo
el que da fruto lo poda para que dé más fruto… permaneced en mí y yo en
vosotros”.
Y Jesús lo explica claramente cuando dice: “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí”.
Está claro que sólo el que permanece en Cristo dará fruto abundante.
Puede ser interesante contar las veces que repite Jesús el verbo
“permanecer” en este capítulo de San Juan. No se trata, por tanto, de un paseo
por el árbol ni tampoco de un paseo fuera del árbol. Se trata de recibir la
savia del árbol permanentemente, bien colocado en el sitio que le corresponde
para dar fruto.
No olvides nunca esta hermosa comparación de hoy:
Estamos unidos en la
Trinidad :
* El Padre es el agricultor.
* El Hijo es la vid, el árbol.
* El Espíritu Santo es la savia.
* Y cada uno de los seguidores de Cristo, pequeñas ramitas que deben
florecer, aunque sea con sacrificio, para dar fruto.
Posiblemente esto puede no ser lo más cómodo y, no tanto por la Trinidad Santa que nos sustenta,
sino por las otras “ramitas” que nos acompañan y molestan. Es decir, los otros
que pertenecen al mismo cuerpo de Cristo…
Pero, no lo olvides, sólo donde hay unidad y amor está Dios.
Por su parte, la vivencia de San Pablo, que nos cuentan los Hechos de
los apóstoles, es una buena lección para todos nosotros.
Cuando Jesús lo deslumbró a las puertas de Damasco, le reclamó por su
persecución con estas palabras: “Pablo,
¿por qué me persigues?”.
La verdad es que Pablo nunca persiguió a Cristo. Para él Jesús estaba
muerto y bien muerto. Pero de las palabras del Señor sacó la gran enseñanza:
quien persigue a los de Jesús, persigue al Señor.
Por eso se esforzó al hablar de la caridad, hasta decirnos que tengamos
muy presente que el otro debe ser más importante que uno mismo.
El mismo Pablo nos cuenta hoy cómo sintió el vacío de los demás en las
primeras comunidades cristianas.
Por una parte los judíos estaban furiosos contra Él porque los había
traicionado. Y en cuanto a los discípulos de Jesús, le tenían miedo y le hacían
el vacío porque no se fiaban ni creían en su conversión.
Para fomentar la unidad y la caridad, la carta de San Juan nos pide hoy
que “no amemos de palabra y de boca sino
de verdad y con obras”… Éste es el mandamiento del Señor:
“Que creamos en el nombre de su
Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como Él nos lo mandó”.
Queda, pues, claro que no hay otro cristianismo que el de permanecer
unido a Cristo y dar siempre la mano a los hermanos.
El verso aleluyático nos lo repetirá hoy: “permaneced en mí y yo en vosotros, dice el Señor; el que permanece en
mí da fruto abundante”.