¿TÚ ERES UN BUEN TEÓFILO?
La Iglesia ha hecho como un desdoblamiento del triunfo de Jesús sobre la muerte.
Ya celebramos la Resurrección y hoy celebramos su Ascensión.
El relato de este acontecimiento se lo debemos, de una manera muy particular, a San Lucas. Él nos lo cuenta dos veces, al final de su evangelio y al comienzo de los Hechos de los apóstoles.
Ya supones a qué me refiero con el título de esta reflexión.
San Lucas escribe a su “querido Teófilo”.
Para algunos es éste un personaje distinguido, interesado en el Evangelio, pero para la mayor parte de los exegetas el evangelista se refiere a lo que significa etimológicamente la palabra griega, es decir al “amigo de Dios”.
Ciertamente que ha sido San Lucas quien más ha contribuido para que todos podamos conocer tanto la vida de Jesús, como los primeros años de su Iglesia.
En el salmo responsorial que centra la fiesta, el salmita nos pide: “Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo porque el Señor es sublime… Tocad para Dios, tocad. Tocad para nuestro rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo, tocad con maestría”.
Y el motivo lo da el estribillo del salmo que repetimos: “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas”.
Se trata de una hermosa invitación a la fiesta que nos alegra en este día.
¿Y qué nos enseñan las lecturas de hoy?
En los Hechos de los Apóstoles leemos que después de pasar unos días felices con Jesús resucitado, algunos comenzaban a pensar que Jesús iba a instaurar el reino de Israel tal como habían soñado ellos y sus padres.
Jesús les aclara: “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad”.
Luego les promete el Espíritu Santo que los convertirá en testigos de Jesús. Y no sólo en Jerusalén, sino en Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.
Prosigue San Lucas: “Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse”.
Benedicto XVI comenta:
“La desaparición de Jesús a través de la nube no significa un movimiento hacia otro lugar cósmico, sino su asunción en el ser mismo de Dios. Y, así, la participación con su poder de presencia en el mundo”.
Y prosigue el Papa: “Al igual que antes junto al sepulcro, también ahora aparecen dos hombres vestidos de blanco y dirigen un mensaje: “Galileos, ¿qué hacéis ahí…?”.
Con eso queda confirmada la fe en el retorno de Jesús, pero al mismo tiempo se subraya una vez más que no es tarea de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el secreto de Dios.
Ahora la tarea del discípulo es llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra”.
Estas palabras del Santo Padre nos ayudan a entender la obligación de ser verdaderos apóstoles de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte.
San Pablo les dice a los Efesios que “el Padre de la gloria todo lo puso bajo los pies de Jesucristo y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, plenitud del que llena todo en todos”.
El Evangelio de este año le corresponde a nuestro amigo San Marcos y la liturgia recoge las últimas palabras de su Evangelio.
Según Marcos Jesús se apareció a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado”.
¡Algo muy serio para meditar!
A continuación pone las señales que acompañarán a los evangelizadores. Y termina Marcos: “Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.
Y tú, ¿crees que eres un buen Teófilo que sigues los mandatos de tu Maestro Jesús?