Conocemos la curiosidad humana que quiere saber qué sucederá después, mucho antes de que suceda.
En este domingo tenemos una respuesta impresionante ya en el Antiguo Testamento. Meditemos con profundidad.
- Libro de los Macabeos
Sabemos que la Ley
(Torá) prohibía comer carne de cerdo.
Una madre y sus
siete hijos fueron condenados a muerte. Las palabras de los cuatro primeros
muchachos, antes de ser ejecutados, son impresionantes y aunque ahora con toda
facilidad comemos carne de cerdo, entonces tuvieron que sufrir el martirio.
Después de
azotarlos, hablaron de esta manera antes de ser martirizados:
El primero: «¿Qué
pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la
ley de nuestros padres…».
El segundo: «Tú,
malvado, nos arrancas la vida presente, pero cuando hayamos muerto por su ley,
el Rey del Universo nos resucitará para una vida eterna».
El tercero nos dejó
este gran testimonio: «De Dios las recibí (la lengua y manos) y por sus
leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios».
El cuarto, dijo: «Vale
la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos
resucitará».
Cuatro pensamientos que nos tienen que ayudar a confirmar el futuro de nuestra vida, después de la muerte temporal.
- Salmo 16
«Al despertar me
saciaré de tu semblante, Señor».
Es la seguridad de
que, después de la muerte, viene la resurrección. De ahí, entre otras, estas
palabras:
«Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme».
- San Pablo
Meditamos las
últimas palabras de este párrafo de su carta a los tesalonicenses:
«Por el Señor
estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos
enseñado.
Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo».
- Verso aleluyático
Toda la redención
nos la ha merecido Jesucristo:
«Él es el
primogénito de entre los muertos. A Él la gloria y el poder por los siglos de
los siglos».
Que toda nuestra vida en este tiempo que pasa sea apoyarnos en la salvación que nos ha merecido nuestro Redentor.
- Evangelio
Se trata de una
pequeña “trampa” que los saduceos, que no creían en la resurrección, le ponen
públicamente a Jesús:
Una mujer se ha
casado y su marido muere sin dejar descendencia. La ley de Moisés obliga a
casarse al otro hermano con ella para darle descendencia a la mujer.
En este caso,
fueron siete los hermanos que se casaron con ella y todos murieron sin dejar
descendencia.
Ahora le presentan
a Jesús esta pregunta capciosa: «¿De cuál de ellos será la mujer cuando
llegue la resurrección?».
Aunque más parece
un cuentito de mal gusto, Jesús se lo toma en serio y responde:
«En esta vida
hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura
y de la resurrección de entre los muertos no se casarán… Son como ángeles; son
hijos de Dios porque participan en la resurrección».
A continuación, el
Evangelio presenta a Jesús recordando las palabras de Moisés en el episodio de
la zarza ardiendo donde llama al Señor:
«Dios de Abraham,
Dios de Isaac, Dios de Jacob».
El Evangelio
concluye con esta expresión de Jesús: «No es Dios de muertos sino de vivos,
porque para Él todos están vivos».
De esta manera
confirma Jesucristo que después de la muerte temporal hay vida eterna. Por eso,
será bueno vivir preparados para poder gozar de una felicidad eterna con Dios.
José Ignacio
Alemany Grau, obispo Redentorista
