23 de agosto de 2025

SI CORRIGES, HAZLO POR AMOR - Domingo XXI del tiempo ordinario – ciclo C

Todos cargamos una gran cantidad de defectos y la verdad es que nos duele cuando alguien se atreve a corregirnos. Meditemos en Jesucristo que es el modelo de toda perfección y aprenderemos a corregir y a ser corregidos.

  • Isaías

Se trata de un breve párrafo que debemos meditar con profundidad porque sin duda que puede referirse a la Jerusalén del cielo, lo mismo que a la Jerusalén capital de Israel, y en tantos otros sentidos y aplicaciones que nos ayudarán a entender mejor estas palabras del gran profeta:

«Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria. Les daré una señal…».

El profeta termina diciendo que Jerusalén recibirá a toda clase de personas «y de entre ellos escogeré sacerdotes y levitas».

  • Salmo 116

Con una antífona muy importante que dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio», nos invita a glorificar a Dios con estas palabras: «Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros. Su fidelidad dura por siempre».

  • San Pablo

Nos enseña el Apóstol que la corrección sincera es siempre fruto del amor:

«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».

Nos invita Pablo a tener la humildad de recibir la corrección como hijos que se alegran cuando el Padre los corrige: «Después de pasar por la corrección nos da como fruto una vida honrada y en paz».

  • Verso aleluyático

Es muy importante esta frase de Jesús que destruye todo relativismo:

«Yo soy el camino y la verdad y la vida».

Con Jesús debemos sentir el cariño del Padre Dios que nos ama:

«Nadie va al Padre sino por mí».

  • Evangelio

Un buen día un señor, cuyo nombre no conocemos, preguntó a Jesús, y su pregunta era bastante negativa: «¿Señor, serán pocos los que se salven?».

La respuesta de Jesús para aquel señor y para todos nosotros es muy inteligente:

«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, señor, ábrenos”». Y desde dentro se oirá la voz del señor diciendo: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».

No se trata de los motivos o excusas que creamos tener nosotros sino de la realidad que Dios conoce perfectamente.

Por eso, si queremos entrar en la casa de Dios no va a ser por nuestras opiniones sino por lo que Dios conoce en su infinita sabiduría y misericordia de cada uno de nosotros.

Durante nuestra vida aprovechemos las correcciones que nos vienen directamente de Dios y las que puedan hacernos los hombres y corrijamos, cuando sea preciso, con sinceridad y caridad verdadera.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista