Hay una enseñanza fundamental en la Iglesia de Jesús. Él ha enseñado a todos los hombres y mujeres, de antes y de después, del Antiguo y nuevo Testamento, a dar la vida por el bien del pueblo de Dios. Las cruces que vemos por doquier nos recuerdan la entrega amorosa del Maestro de Nazaret.
- Jeremías
Quisieron
eliminarlo porque según sus enemigos con sus profecías desmoralizaba la ciudad,
y lo metieron en un aljibe que no tenía agua, pero tenía tanto barro que
hubiera muerto si no hubiera sido porque, a última hora, Ebedmelek
providencialmente fue a pedir al rey Sedecías: «Mi rey y señor, esos hombres
han tratado inicuamente al profeta Jeremías arrojándolo al aljibe donde morirá
de hambre».
El rey le ordenó
sacar del aljibe al profeta Jeremías «antes de que muera».
Así, providencialmente, el Señor salvó a su profeta que había sufrido tanto.
- Salmo 39
En el salmo
responsorial encontraremos la respuesta de Dios al profeta Jeremías:
«Yo esperaba con
ansia al Señor. Él se inclinó y escuchó mi grito…
Afianzó mis pies
sobre roca y aseguró mis pasos».
Y con gozo el
salmista llega a exclamar:
«Me puso en la boca
un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios…
Yo soy pobre y
desgraciado, pero el Señor se cuida de mí.
Tú eres mi auxilio y mi liberación. Dios mío no tardes».
- Hebreos
La Carta a los
hebreos nos pide evitar todo lo que entorpece nuestro camino para correr en la
carrera que nos toca, siguiendo el ejemplo de «Jesucristo que, renunciando
al gozo inmediato, soportó la cruz despreciando la ignominia, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios».
Concluye el texto pidiéndonos: «Recordad al que soportó la oposición de los pecadores y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado».
- Verso aleluyático
Nos recuerda una vez más al Buen Pastor que habla de los que le siguen y se conocen mutuamente: «Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen».
- San Lucas
Nos presenta la
contradicción, al menos aparente, del mensaje de Jesucristo que, por un lado,
nos habla de la paz, y por otro, del fuego de la separación:
«He venido a
prender fuego en el mundo y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!»
Jesús mismo habla
de que Él «tiene que pasar un bautismo y qué angustia hasta que se cumpla».
Seguramente porque
los apóstoles se dieron cuenta de esta contradicción entre la paz y el fuego,
Jesús mismo pregunta y Él mismo se da la respuesta:
«¿Pensáis que he
venido a traer al mundo paz? No, sino división».
A continuación,
Jesús concreta cómo hasta en una familia habrá verdadera división entre los que
sigan su doctrina y los que la rechacen.
Así, amigos, nos
deja Jesucristo a los que le seguimos: entre el fuego y la paz. La fidelidad
nos obligará en ocasiones incluso a dejar a la familia por seguir a Jesús.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista