30 de marzo de 2025

LA ALEGRÍA QUE TRAE LA MISERICORDIA



Este domingo IV de cuaresma se llama
«laetare»; es decir, «alégrense».

En este día el celebrante puede utilizar ornamentos de color rosado, porque como verá el lector, estamos con lecturas que invitan a la alegría.

  • Josué

Narra la alegría de Israel porque ha salido de Egipto, es decir, de la esclavitud y opresión. Y por primera vez celebran con extrema alegría la fiesta de la Pascua.

Lo maravilloso fue que, «al día siguiente de la Pascua, ese mismo día, comieron el fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas».

A continuación, explica Josué que ese mismo día que pudieron comer los frutos de la tierra, dejó de caer el maná con que Dios los alimentaba.

El pueblo vivía la alegría de la libertad y comía los alimentos que podían cosechar ellos mismos.

  • Salmo 33

El salmista canta la alegría que le viene de Dios y que cada uno de nosotros debemos mantener, aprovechando su divina misericordia:

«Gustad y ved qué bueno es el Señor… Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca…

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre».

  • San Pablo

El apóstol se dirige a los corintios y hace una invitación, que en esta cuaresma debemos tener en cuenta todos nosotros:

«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios».

De esta manera la liturgia quiere que, en este día especial, IV domingo de cuaresma, meditemos por qué debemos reconciliarnos con Dios.

El Padre sacrificó a su Hijo y nos lo dice San Pablo con estas palabras que invitan a reflexionar en profundidad:

«Al que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestro pecado para que nosotros, unidos a Él, recibamos la justificación de Dios».

  • Versículo evangélico

Exalta el momento de conversión del hijo pródigo recordando la ternura del padre:

«Me pondré en camino a donde está mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”».

Con estas palabras quiere la liturgia que nosotros nos movamos a pedir misericordia al Padre Dios que es pura bondad.

  • Evangelio

El evangelio de San Lucas se presta a una profunda y larga meditación que les invito a hacer a cada uno de ustedes de una manera personal:

El hijo menor, de los dos que tenía el padre, pide su herencia y recoge todo lo suyo y se va a un país lejano, que el evangelista nos da a conocer con el detalle de que ahí había abundancia de puercos, cosa prohibida en Israel.

Malgasta su dinero y pronto se le acaba. Coincide con un hambre grande que azota aquella región y este hijo, de un señor importante, se ve obligado a buscar un trabajo para subsistir: el más humillante para un israelita, cuidar cerdos.

Es entonces cuando le viene la imagen de lo felices que viven su padre, hermano y trabajadores en su casa. Y en su corazón surgen esas palabras conocidas por todos. Con profunda humildad reconoce:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan mientras yo aquí me muero de hambre».

Esta miseria en la que vive le hace retomar el camino de vuelta a su casa.

Él tiene su discurso preparado, pero su anciano padre, cuando lo ve venir, sale corriendo a su encuentro y «se le echó al cuello y se puso a besarlo».

El pródigo pide perdón a su manera y el padre empieza una fiesta.

La parábola habla también del hermano mayor que no acepta el regreso de su hermano y al que su padre tiene que salir a buscar y convencerlo:

«Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo; debieras alegrarte porque este hermano tuyo estaba muerto y lo hemos encontrado…».

Hasta ahí llega la misericordia de Dios que no solamente acoge al pecador, sino que también acoge al envidioso que no comprende el corazón misericordioso de su Padre.

Que este domingo nos ayude a todos a reconocer y agradecer la misericordia del Señor que siempre está pronto a acogernos si volvemos a Él arrepentidos.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista.

22 de marzo de 2025

CUIDEN LA HIGUERA - Tercer domingo de cuaresma

La idea centra que la liturgia nos ofrece en este domingo la encontramos en el Evangelio, según el cual el dueño de un gran viñedo sembró en medio una higuera para gozar de su fruto.

  • Éxodo

Un día que Moisés salió más animado fuera del territorio en el que podían pastar sus ovejas, ingresó en un terreno nuevo, más allá del desierto, y oyó una voz del Señor que decía:

«Quítate las sandalias de los pies pues el sitio que pisas es terreno sagrado».

Entonces Dios se presentó a él con estas palabras:

«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».

Moisés tuvo miedo de ver a Dios, pero el Señor prosiguió:

«He visto la opresión de mi pueblo… He oído sus quejas… Voy a bajar a librarlos de los egipcios y llevarlos a una tierra fértil que mana leche y miel…».

Comprendiendo que se refería a él, Moisés pregunta:

«Yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les responderé?».

Esta es la maravillosa respuesta del Señor:

«”Soy el que soy”. Esto dirás a los israelitas: “Yo soy me envía a vosotros… Este es mi nombre para siempre. Así me llamaréis de generación en generación”».

De esta manera, a través de Moisés, el pueblo aprendió el nombre y el respeto profundo a su Creador.

  • Salmo 102

El salmista nos habla de la compasión y misericordia de Dios, tan importante siempre y especialmente en este tiempo de cuaresma:

«El Señor es compasivo y misericordioso».

A continuación, invita a bendecir al Señor y alabarlo, afirmando:

«Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades. Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y ternura.

El Señor es lento a la ira y rico en clemencia».

  • San Pablo

Habla a los corintios de cómo todos los israelitas se beneficiaron de los dones de Dios, pero «la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto».

Y luego, añade: «Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquellos».

«Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro».

  • Versículo evangélico

Es una invitación de la liturgia para que aprovechemos el tiempo cuaresmal a fin de alcanzar la verdadera conversión:

«Convertíos porque está cerca el reino de los cielos».

Esto que debemos tener siempre presente a fin de convertirnos, lo va a repetir de una manera muy especial la liturgia en este tiempo de cuaresma.

  • Evangelio

Después de recalcar a sus oyentes que los muertos por accidente no eran más pecadores que los que quedaron sanos, Jesús termina con una parábola importante:

«Uno tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar fruto en ella, pero no lo encontró.

Dijo al viñador: “Llevo tres años viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde?”».

Pero el viñador, que se había sacrificado y tomó cariño a la higuera, pidió al dueño:

«Déjala todavía este año. Yo cabaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto, si no la cortas».

Creo que todos entendemos la lección de la liturgia cuaresmal:

Dios nos da un tiempo para la conversión y tenemos que aprovecharlo para llegar, al fin de la cuaresma, al encuentro del Resucitado, con un corazón sin mancha y frutos abundantes.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

15 de marzo de 2025

¡ESCÚCHENLO!

Yo no sé porqué en las grandes oportunidades del encuentro de Jesús con los apóstoles, en el Tabor y en Getsemaní, estaban ellos muertos de sueño:

+ «Pedro y sus compañeros se caían de sueño» (Lc 9,32).

+ «Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. De nuevo se apartó por segunda vez… Y viniendo otra vez los encontró dormidos porque sus ojos se cerraban de sueño» (Mt 26,40.43).


  • Génesis

Nos narra el momento en que Dios hace alianza con Abraham:

«Mira el cielo. Cuenta las estrellas si puedes… Así será tu descendencia».

Luego vemos cómo «cuando iba a ponerse el sol un sueño profundo invadió a Abraham… Cuando llegó la oscuridad… una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Y dijo Dios: “A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Eufrates”».

Frecuentemente en la Escritura vemos que Dios se autodenomina «luz»

  • Salmo 26

Precisamente este salmo nos dice: «El Señor es mi luz y mi salvación…

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro… Y siento en mi corazón la voz de Dios que me repite: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro».

  • San Pablo

Enseña, en la carta a los filipenses, que «somos ciudadanos del cielo de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde según el modelo de su cuerpo glorioso».

De esta manera el gran apóstol San Pablo nos recuerda la transfiguración del Señor que reflejaremos en nuestro cuerpo humilde, cuando sea glorificado.

  • Versículo evangélico

En el versículo que sigue a la carta de Pablo tenemos el resumen del Evangelio de este día:

«En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo”».

Tengamos siempre presentes las palabras de Jesús en el Evangelio, según pide el Padre Dios.

  •  Evangelio

Nos cuenta San Lucas la Transfiguración del Señor.

Jesús, con Pedro, Juan y Santiago, sube a lo alto de la montaña para orar. «Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos».

«Pedro y sus compañeros se caían de sueño y espabilándose vieron su gloria…

Moisés y Elías hablaban con Él de su partida».

Y lo más importante para nosotros lo cuenta San Lucas a continuación:

«Se asustaron al entrar en la nube y una voz de la nube decía: “Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle».

Esas fueron las palabras más importantes que nunca habían oído los apóstoles: El Padre Dios pidiendo que tengamos en cuenta las palabras de su Hijo, el Verbo encarnado.

Es para nosotros también el mensaje de este domingo: escuchar y llevar a nuestra vida todas las palabras de Jesús que nos repiten los evangelistas.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

8 de marzo de 2025

CON LA «PALABRA» VENCEREMOS AL MALIGNO

En este primer domingo de cuaresma, la liturgia nos invita a meditar en la historia de amor de Dios con cada uno de nosotros. Algo así como lo que le sucedió al pueblo de Israel.

  • Deuteronomio

Dios enseñó a Moisés cómo debía ser la actitud de quienes llevaban las ofrendas de sus primicias al templo, para ofrecerlas a Dios:

«El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor».

A continuación, Moisés motiva la entrega con la historia del pueblo de Dios, desde el principio:

«Mi padre fue un arameo errante que bajó a Egipto…».

Después de recordar las misericordias de Dios, el sacerdote dirá al que trajo sus primicias:

«” Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

Procuremos aprender de la generosidad del pueblo de Israel ofreciéndole al Señor los dones y primicias que nos enseñan los «Mandamientos de la santa madre Iglesia».

  • Salmo 90

Ante todo, es importante que recalquemos en nuestra oración estas palabras:

«Quédate conmigo, Señor, en la tribulación…

Tú que habitas al amparo del Altísimo,

que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:

Refugio mío, alcázar mío, Dios mío confío en ti….

El Señor es bueno y recto…

enseña su camino a los humildes».

  • San Pablo

En la carta a los romanos afirma que «la Palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».

Según San Pablo estas palabras se refieren al anuncio del Evangelio porque «si tus labios confiesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás».

Importante anuncio para nuestra fe que siempre tiene que apoyarse en Cristo Jesús, enviado del Padre.

  • Versículo antes del Evangelio

Este versículo es muy importante para todos nosotros. Si bien es indispensable el pan para el hombre, más importante es la Palabra de Dios:

«No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»

  • Evangelio

Nos cuenta San Lucas la actividad del diablo pretendiendo tentar a Jesucristo con diversas tentaciones que fácilmente encontramos en nuestra vida:

+ «Si eres hijo de Dios dile a esta piedra que se convierta en pan».

Tentación sobre la gula que Jesús deshecha diciendo: «No solo de pan vive el hombre».

+ Mostrándole todos los reinos del mundo le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí todo será tuyo». Jesús contestó: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto”».

Tentación sobre el ansia de poder que el mundo desea meter en nuestro corazón y Jesús la venció con estas palabras que debemos recordar siempre.

+ Llevándolo sobre el alero del templo: «Si eres hijo de Dios tírate de aquí abajo porque está escrito: “Encargaré a los ángeles que cuiden de ti”».

Jesús termina con esta última tentación con estas palabras: «No tentarás al Señor, tu Dios»

No debemos adorar las cosas que nos rodean ni a nosotros mismos, porque solo Dios es nuestro Señor y Creador.

Frente a la tentación tengamos siempre presente la Palabra de Dios (que la tienes en ti, como dijo San Pablo) como la tuvo Jesús, nuestro modelo, cuando fue tentado por el diablo.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

1 de marzo de 2025

SEMILLAS DE LA REVELACIÓN

En este domingo VIII del tiempo ordinario, y ya en vísperas de la cuaresma, la liturgia nos habla, sin usar esta expresión, de «las semillas del Verbo».

La gran verdad es que la fe revelada en su totalidad está solamente en la Iglesia fundada por Jesús, pero en su misericordia y bondad infinita Dios ha querido que haya parte de esta verdad en algunas religiones. A estas verdades llamamos semillas del Verbo que Dios ha esparcido entre todos los hombres para que les sea más fácil llegar a la Iglesia de Jesús.

Como veremos, no quiere decir que porque hay algunas de estas verdades de nuestra fe pueda concluirse que todas las religiones son iguales.

En este sentido, son ejemplares la primera y última lectura de hoy.

  • 1Reyes

Nos cuenta la oración que hizo el rey Salomón al terminar la construcción del templo:

«Los extranjeros oirán hablar de tu nombre famoso. De tu mano poderosa, de tu brazo extendido. Cuando uno de ellos, no israelita, venga de un país extranjero atraído por tu nombre, para rezar en este templo, escúchalo tú desde el cielo…».

  • Salmo 116

El estribillo nos recuerda a todos que por el bautismo somos misioneros:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio».

El salmista pide que la alabanza de todas las naciones glorifique al único Señor:

«Aclamad al Señor todas las naciones».

  • San Pablo

Nos previene que solo hay un Evangelio, es decir, la verdad proclamada por Jesucristo en su vida mortal. Y advirtiendo el peligro de que alguno pueda seguir a personas que han pasado a «otro evangelio», San Pablo, con toda fortaleza, advierte a los gálatas:

«No es que haya otro evangelio, lo que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo. Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos predicado (seamos nosotros mismos o un ángel del cielo) sea maldito».

  • Verso aleluyático

Es el amor del Padre que desde la Santísima Trinidad nos envió la salvación por puro amor: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en Él tiene vida eterna».

  • Evangelio

Nos relata San Lucas que un buen día Jesús entró en Cafarnaúm y llegó a buscarlo un centurión que tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho.

Los motivos del centurión emocionaron a Jesús mucho más que las recomendaciones de los ancianos judíos.

En efecto, el centurión dijo a Jesús:

«Señor, no te molestes pues no soy yo quién para que entres bajo mi techo. Por eso, tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano».

Al oír estas palabras «Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía dijo: «os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».

Un centurión que no era israelita ni tenía la fe del pueblo de Dios se convierte en modelo de fe para todos nosotros y la liturgia ha querido recordárnoslo antes de recibir la Eucaristía, cuando decimos: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».

Que las pequeñas verdades que podamos encontrar por el camino no nos alejen, más bien nos acerquen a la verdad plena que es Cristo, que dijo de sí mismo:

«Yo soy la Verdad».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista