14 de septiembre de 2024

TÚ PIENSAS COMO LOS HOMBRES - Domingo XXIV del tiempo ordinario

Jesús, el Maestro, va por delante. Cargando una cruz dolorosa hasta morir en ella.

Pero va seguro de sí mismo y del respaldo de su Padre Dios.

Muy difícil de entender para Pedro y para todos los poderosos de hoy y de siempre.

  • Isaías

En este capítulo mesiánico Isaías nos ofrece una visión profética del Mesías.

Ante todos los sufrimientos que tuvo que pasar estaba seguro de Dios y, por eso, el párrafo está lleno de confianza.

Sufriremos en la vida, pero si lo hacemos con Dios y por Él, también podremos repetir: «Tengo cerca mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.

¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.

Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?»

Con fe recemos el salmo 114 que abunda en el mismo pensamiento de Isaías.

  • Salmo 114

«Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte… Invoqué el nombre del Señor… El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo…

Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mi pie de la caída».

Por eso, «caminaré en presencia del Señor en el país de la vida».

  • Santiago

Nos enseña que la fe no puede ser auténtica si no va unida a la caridad.

Las tres virtudes teologales son inseparables. Por eso la lógica del apóstol Santiago: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe».

Los grandes santos que hicieron magnas obras de caridad de servicio al prójimo fueron hombres y mujeres de fe y oración.

  • Verso aleluyático

San Pablo nos enseña que para él el único motivo que tiene para gloriarse es seguir a Cristo crucificado: «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo».

  • Evangelio

San Marcos nos refiere hoy el encuentro especial de Jesús con los discípulos en Cesarea de Filipo.

Quiere saber hasta qué punto han llegado a penetrar en lo que significa la presencia de Jesús en el mundo:

+ «¿Qué dice la gente de mí?». Muy fácil respuesta. Todos hablan.

+ «¿Qué dicen ustedes?». Solo Pedro habla: «Tú eres el Mesías».

+ Jesús profetiza a los apóstoles su propio futuro: la cruz, muerte y resurrección.

+ Pedro lo lleva aparte para disuadirlo.

Jesús se vuelve hacia todos para que le oigan y corrige severamente a Pedro:

«Quítate de mi vista, satanás. Tú piensas como los hombres no como Dios» (un día Pedro lo entenderá y se dejará crucificar como su Maestro).

Si el camino de Jesús es la cruz recordemos su enseñanza:

«El que quiera venir en pos de mí que tome su cruz y que me siga».

Si queremos pensar como Dios tenemos que leer y meditar frecuentemente el Evangelio de Jesús.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

8 de septiembre de 2024

TODO LO HA HECHO BIEN - Domingo XXIII del tiempo ordinario

No podemos comprender el gozo de Jesús cuando en plena agonía en la cruz, y de cara al Padre Dios, en el momento trascendental de su paso a la eternidad, pudo decir:

«Todo está cumplido».

También en vida lo dijo de Él el pueblo sencillo.

Vivamos de modo que podamos repetir lo mismo nosotros.

  • Isaías

Sabemos que sus profecías se llaman el «quinto evangelio» por la exactitud de lo que predijo.

Precisamente, el párrafo de hoy podemos aplicarlo a los tiempos y milagros de Jesús.

Isaías anima a todos a no ser cobardes de corazón:

«Sed fuertes y no temáis».

A continuación, va describiendo las maravillas que sucederán con este siervo de Yavé y que veremos que las cumple exactamente Jesús:

«Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará».

Todo esto es comparado por el profeta con un desierto reseco convertido en un manantial.

  • Salmo 145

El salmista nos invita a alabar a Dios.

Ten presente que entre las obligaciones más importantes que tenemos para con el Creador están la alabanza, la adoración, la acción de gracias…

Hoy alabamos a Dios porque mantiene su fidelidad perpetuamente.

Porque da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos.

Las maravillas de Dios con los hombres las vemos ahora realizadas por el mismo Dios en Cristo Jesús.

  • Santiago

Nos previene para que no caigamos en la tentación de vivir la religión marcando diferencias, según las riquezas de cada uno. Nos presenta un ejemplo:

«Veis un hombre bien vestido y decís: “por favor siéntate aquí en el puesto reservado”. Al pobre, en cambio, le decís:

“Estate ahí de pie o siéntate en el suelo”».

Nos advierte el apóstol que pensemos que Dios «ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman».

  •  Verso aleluyático

Alabamos a Dios por los dos medios que empleamos a la hora de evangelizar: los milagros que atraían a los pobres, enfermos, posesos, y el anuncio del reino para todos:

«Jesús proclamaba el evangelio del reino curando las dolencias del pueblo».

  • Evangelio

Nos encontramos con un milagro contado por San Marcos con unos detalles que, sin duda, le debió contar San Pedro, que, al tener mucha imaginación, se fijaba en ellos.

Jesús hace uno de los milagros que profetizó Isaías.

Sanó a un sordo que apenas podía hablar. Lo hace de esta manera:

(1)   Lo aparta de la gente,

(2)  le mete los dedos en los oídos,

(3)  con la saliva le toca la lengua,

(4)  y dice: «¡Effetá!, esto es, “Ábrete”».

«Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad».

Admiramos la reacción de la gente sencilla que comentaba:

«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Procuremos hacer el bien, lo mejor que podamos, para imitar en algo a nuestro Señor Jesús.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo