29 de junio de 2024

JESUCRISTO SACÓ A LA LUZ LA VIDA

La liturgia especial de este domingo nos lleva a hablar de la vida y a las fuentes de ella.


Quiero empezar recordando, para profundizar mejor, este texto del Deuteronomio:

«Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida para que vivas tú y tu descendencia amando al Señor».

  •  Libro de la Sabiduría

Empieza diciéndonos que «Dios no hizo la muerte», todo lo creó para vivir y «las criaturas del mundo son saludables. No hay en ellas veneno de muerte».

Hay una advertencia muy importante para nosotros:

«Dios creó al hombre para la inmortalidad» y por eso creemos y repetimos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.

¿Y cómo entró la muerte en el mundo?

La respuesta que conocemos por el Génesis nos dice hoy: «Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo».

Mantengamos el amor a la vida desde la concepción hasta la muerte natural.

  • Salmo 29

El salmista glorifica al Señor porque lo ha librado de sus enemigos:

«Me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa» y «sacaste mi vida de la fosa».

Debemos depositar nuestra confianza en el Señor de la vida y darle gracias a su santo nombre, porque su bondad dura para siempre.

Que nuestra existencia sea una continua acción de gracias al Señor porque ha cambiado el dolor en fiesta, y debemos agradecerle siempre.

  • San Pablo

Nos habla en un momento especial de su vida en el que tiene que pedir a los corintios una ayuda material para llevarla a los pobres de Jerusalén.

El apóstol da un significado especial al hecho de dar limosna:

«No se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces.

Se trata de igualar. En el momento actual vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen y un día la abundancia de ellos remediará vuestra falta.

Así habrá igualdad».

Imitemos a la Iglesia primitiva que, en su momento, supo ser solidaria y colaborar con los pobres de Jerusalén.

  • Verso aleluyático

En este domingo, cuya idea central es amar la vida, este versículo de San Pablo nos explica cómo Jesús «destruyó la muerte y sacó a la luz la vida por medio del Evangelio».

También para nosotros el Evangelio debe ser la fuerza que nos ayuda a vivir y a compartir nuestros bienes.

Tengamos, pues, la Palabra de Dios en un lugar visible de nuestro hogar y meditémosla diariamente para poder cumplirla.

  • Evangelio

El evangelista San Marcos nos presenta a Jesús haciendo milagros en defensa de la salud y de la vida. Destacamos dos momentos:

Un jefe de la sinagoga, Jairo, que se echó a sus pies para suplicarle por su hija: «Mi niña está en las últimas. Ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva».

Jesús sigue a Jairo y, durante el camino, una mujer que padecía flujos de sangre le toca el manto «pensando que con solo tocarle el vestido curaría».

Y así sucedió en el acto.

Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?». La mujer temblorosa se echó a los pies y le confesó todo.

La respuesta de Jesús, el Señor de la vida, fue: «Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud».

En aquel momento llegan unos enviados, de la casa del jefe de la sinagoga, que le dicen a Jairo que la niña ha muerto.

Jesús, que lo oye, le da una esperanza extraña: «No temas, basta que tengas fe».

Jesús llega a la casa, e ingresa con Pedro, Santiago y Juan. Al pasar entre la gente, el Maestro les reprocha sus gritos: «¡La niña no está muerta, está dormida!».

Aunque se reían de Él, «entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: “contigo hablo, niña, levántate”».

La niña se levantó y Jesús tuvo un detalle para terminar todo: pidió que le dieran de comer.

De esta manera, mientras Jesús está en la tierra hace milagros para demostrar la importancia que tiene la vida que nos ha regalado el Señor.

Cuidemos y amemos la vida.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

22 de junio de 2024

LO IMPORTANTE ES QUE JESÚS ESTÁ EN LA BARCA - Domingo XII del tiempo ordinario-

Ha habido muchos momentos en la historia de la humanidad en los que se ha repetido: «La Iglesia hace agua».

Por otro lado, también hemos oído que son muchos los que repiten con alegría que «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».

¿Qué será de la Iglesia?

Todo depende de Jesús que la fundó y la mantiene.

  • Job

A las grandes preguntas de Job, Dios «le responde desde la tormenta». Dios le hace pensar en su poder y grandeza infinita que se manifiesta en la creación; y en el párrafo de hoy, en concreto, con bellos detalles, en la creación del mar y el dominio sobre el mismo:

«¿Quién cerró el mar con una puerta cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantilla y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos y le dije: “hasta aquí llegarás y no pasarás”?».

La respuesta es clara: solo Dios, su creador.

  • Salmo 106

Nos invita a dar gracias a Dios por su misericordia que hoy se nos presenta en unas naves que se sumergen en el peligroso mar:

«Se levantó un viento tormentoso que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo, y el estómago revuelto por el mareo».

En ese momento clamaron al Señor y Dios apaciguó la tormenta trocándola en una suave brisa.

La experiencia difícil terminó en alegría, con una gran bonanza que los llevó al ansiado puerto.

De ahí su gratitud: «Dad gracias al Señor».

  • San Pablo

La liturgia nos lleva del Dios del Antiguo Testamento a Jesús, Dios y hombre verdadero, por lo cual San Pablo afirma: «Nos apremia el amor de Cristo».

Esto debe conducirnos a la gratitud, ya que a Él le debemos la salvación porque ha muerto por todos «para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos».

Finalmente, el apóstol añade: «El que es de Cristo es una criatura nueva».

Tú, amigo, ¿eres de Cristo?

  • Verso aleluyático

Nos quiere recordar las palabras del Benedictus pronunciado por Zacarías: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo».

De esta manera, la liturgia nos lleva del Dios creador y magnífico del Antiguo Testamento a Jesucristo, que es el gran profeta que actuará entre los hombres.

  • Evangelio

Nos cuenta San Marcos que un buen día Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla».

Comenzaron a navegar y muy pronto se levantó «un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca».

Jesús dormía en la popa, sobre un almohadón. Muy asustados los discípulos le gritaron: «¡Maestro! ¿no te importa que nos hundamos?».

El Señor increpa al viento y al lago: «¡Silencio! ¡Cállate!».

Dos reacciones distintas. La primera es de Jesús que se extraña de que no tengan todavía confianza en Él, habiendo visto tantos milagros, y les dice: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

La segunda reacción la encontramos al final del párrafo del Evangelio: «El espanto que cundió entre los apóstoles que decían: pero ¿quién es este? Hasta el viento y las aguas le obedecen».

La suerte que tuvieron los apóstoles es que Jesús estaba en la barca. Dormido, ¡pero estaba!

Así, pues, cuando nos digan que la Iglesia «está haciendo agua», si realmente estamos en la Iglesia de Jesús, y con Él, no tengamos miedo. Cuando llegue el momento Él gritará y la paz más absoluta reinará en su Iglesia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

15 de junio de 2024

LA SEMILLA CRECE… SI LA SIEMBRAS

 

Las lecturas de hoy nos hablan del reino de Dios a través de una alegoría del Antiguo Testamento y unas parábolas de Jesús en el Nuevo.

Hablemos, pues, del reino de Dios, primero profetizado y después aclarado por el mismo Jesús.

  • Ezequiel

El profeta nos presenta una bella alegoría (metáfora continuada) de un ciprés, en dos tiempos:

La primera parte, se refiere al Antiguo Testamento; y la segunda, que recoge la lectura de hoy, se refiere al Reino de Dios que nos presentará Jesús en el Evangelio del día.

Nos fijamos en la segunda parte del párrafo de Ezequiel:

«Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré… en la montaña más alta de Israel… Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas».

A continuación, el profeta hace esta aplicación práctica:

«Todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes».

Hermosa aplicación similar a la enseñanza de Jesús: «el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado».

  • Salmo 91

Nos invita a agradecer a Dios por su manera de actuar en la comparación de los árboles que aplica al justo:

«Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh, Altísimo…

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios».

Es más, aclara que la vida del justo no pierde la fecundidad con el tiempo: «En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso para proclamar la misericordia del Señor».

  • San Pablo

Nos recuerda el apóstol que nosotros vivimos un tiempo en la tierra sabiendo que nuestra patria está en el cielo. Nos conviene estar siempre preparados y vivir guiados por la fe, teniendo en cuenta que «todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo».

Mantengamos la fe pensando que la vida, en este tiempo, pasa como un destierro y confiamos llegar a vivir junto al Señor. Así llegaremos a la plenitud del gozo.

  • Verso aleluyático

Aclara, una vez más, la idea central que debemos tener presente en todas las parábolas en las que Jesús nos habla del Reino y para ello toma las comparaciones de la vida del campo:

«La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo. Quien lo encuentra vive para siempre».

Que nadie nos aparte nunca de Jesús ni de sus enseñanzas.

  • Evangelio

El párrafo del Evangelio de hoy cuenta dos parábolas distintas para hablarnos del Reino de Dios.

La primera es muy importante: se siembra y, duerma o vigile el sembrador, la semilla sigue creciendo, si tiene buena tierra, hasta que llegue el momento de la cosecha.

Para dormir con tranquilidad el sembrador debe tener la seguridad de haber sembrado semilla buena en un buen terreno.

Entonces, duerme feliz y la semilla (el Reino) sigue cumpliendo su proceso de crecimiento.

La segunda parábola nos habla del grano de mostaza: «Al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas».

Ambas parábolas suponen un aspecto muy importante: el Reino de Dios, que es como semilla, debemos sembrarlo con generosidad y, si la semilla es buena y cae en buena tierra, crecerá el Reino de Dios, crecerá la Iglesia…

En nuestro tiempo, tengamos siempre presente lo fundamental: Si queremos cumplir la obligación que tenemos de evangelizar, sembremos la buena semilla, el Evangelio auténtico enseñado por Jesús que nos llega por la tradición de la Iglesia, y pidamos al Espíritu Santo que haga fecunda la tierra sobre la que cae esta fecunda semilla.

 

José Ignacio Alemany Grau

8 de junio de 2024

CUIDADO: QUE EL DIABLO EXISTE Y ACTÚA -Domingo X del tiempo ordinario-

Frecuentemente en la historia de la Iglesia ha habido personas que niegan la existencia del demonio y la realidad de su actividad.

Esto no corresponde a lo que encontramos hoy en la Palabra de Dios.

  •   Génesis

Después de haber pecado Adán y Eva, se escondieron. Cuando Dios, como de costumbre, salió a hablar con ellos, preguntó a Adán: «¿Dónde estás?».

La respuesta debió ser muy dolorosa: «Oí tu ruido en el jardín y me dio miedo porque estaba desnudo y me escondí».

Adán había perdido la gracia santificante al pretender orgullosamente quitarle el puesto a Dios y se excusó echándole la culpa a la mujer. La mujer culpó a la serpiente.

El Señor concluyó: «Por haber hecho eso serás maldita entre todo el ganado… Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya. Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

De esta manera, después de la aparente victoria del demonio, Dios, en su infinita misericordia, abre una esperanza en la noche más oscura del paraíso.

Lo llamamos el «protoevangelio» porque es el primer anuncio con el que Dios asegura la esperanza a la humanidad.

  • Salmo 129

Resulta impresionante si lo leemos desde Adán y Eva, al verse desnudos de la gracia de Dios en el paraíso terrenal:

«Desde lo hondo a ti grito, Señor. Señor, escucha mi voz».

Reconociendo la grandeza del pecado, el salmista comienza a pedir misericordia: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?»

Confiando en la misericordia, exclama: «Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra».

Finalmente, hay una invitación a todo Israel para que aguarde la misericordia que viene del Señor y la redención copiosa.

  • San Pablo

Unas recomendaciones del apóstol San Pablo.

Nos invita a vivir con espíritu de fe que se nos ha revelado y, por eso, creemos «que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará con Él».

Añade Pablo que no debemos desanimarnos y que, aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro interior se debe ir renovando día a día.

Nos invita también a que «no nos fijemos en lo que se ve, sino en lo que no se ve porque lo que se ve es transitorio. Lo que no se ve es eterno».

Finalmente, nos recuerda San Pablo que al «destruirse nuestro cuerpo se va construyendo un sólido edificio, una casa no levantada por mano de hombre y que tendrá una duración eterna en el cielo».

Amigos, vivamos de esta esperanza, la gran virtud que tanto necesitamos.

  • Verso aleluyático

Jesús nos advierte que sí existe la lucha entre el príncipe de este mundo y la obra de Dios, pero advierte que el diablo va a ser echado fuera y Jesús, cuando sea crucificado, atraerá a todos hacia Él: «Ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí».

La victoria final siempre será de Cristo.

  • Evangelio

San Marcos nos habla de cómo Jesucristo dejó su pueblo y su familia para evangelizar formando una familia distinta con miras al reino de los cielos.

Desorientados por esto, sus familiares, un buen día, quisieron llevárselo a la casa porque «la gente ni le dejaba comer».

Jesús, sin embargo, sigue fielmente su misión, la nueva familia en la fe, y procura ayudar a todos con numerosos milagros, realizando curaciones y expulsando demonios.

Ante todo esto «los escribas que habían bajado de Jerusalén, decían: “tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”».

Jesús, valientemente, defiende su apostolado aclarando que, si eso fuera verdad, «Satanás echando a Satanás, sería como un reino dividido que se destruye a sí mismo».

Con estas palabras buscaban ofender a Jesús quien actuaba movido por el Espíritu Santo y les advierte: «Todo se les podrá perdonar a los hombres… pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás. Cargará con su pecado para siempre».

Finalmente, San Marcos añade que la gente que rodeaba a Jesús le gritó: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».

Jesús aprovechó estas palabras para confirmar cómo su actividad busca formar y ayudar a su nueva familia: «Mi madre y mis hermanos… son los que cumplen la voluntad del Padre».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

1 de junio de 2024

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO


En la liturgia del ciclo B se nos habla mucho de la sangre. Sabemos que la sangre es vida, pero fácilmente olvidamos que nuestra vida de fe depende de la sangre del Cordero Inmaculado, de Jesucristo en la Eucaristía.

En esta gran solemnidad lo vamos a recordar.

  • Éxodo

En el Antiguo Testamento Moisés hace un pacto entre Dios y el pueblo de Israel. El pueblo gritará: «Haremos todo lo que ha dicho el Señor».

Pero eso sí, según la costumbre de los pueblos antiguos, toda alianza tiene que ser confirmada con sangre.

Los jóvenes ofrecen al Señor holocaustos y vacas como sacrificio de comunión. Moisés tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas y la otra mitad la derramó sobre el altar que simboliza a Dios.

Cuando el pueblo confirmó su promesa al Señor, el caudillo derramó la otra parte de la sangre sobre Israel diciendo:

«Esta es la alianza que hace el Señor con vosotros».

El pueblo se siente profundamente comprometido y hace su promesa, aunque por su debilidad caerá en el pecado.

Pero ha quedado un pacto, una alianza, muy importante entre la divinidad y el pueblo escogido por el mismo Señor.

  •  Salmo 115

Nos invita a alzar la copa de la salvación invocando el nombre del Señor.

El salmista se pregunta: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?»

Nosotros podremos entenderlo, sobre todo, pensando en la Eucaristía que hoy celebramos, repitiendo: «Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre».

En este día de Corpus Christi repitamos también: «Te ofreceré un sacrificio de alabanza invocado tu nombre, Señor, en presencia de todo el pueblo».

  • Carta a los hebreos

Nos explica la gran diferencia que hay entre los sacrificios antiguos que ofrecían la sangre de machos cabríos y toros y que solo servían para conseguir una purificación legal, la pureza externa, y el gran sacrificio de Cristo «que se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha para purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo».

Este sacrificio purificará al hombre de los pecados cometidos y dará el culto verdadero a Dios para siempre porque Jesús Sacerdote vive para siempre.

  • Verso aleluyático

Es Jesús mismo el que nos advierte:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre», el pan de la Eucaristía que con su sangre bendita hoy celebramos.

  • Evangelio

En este día San Marcos nos cuenta la preparación de la fiesta pascual que Jesús quiso celebrar, aprovechando para algo nuevo con los suyos, de una manera muy especial. El gran regalo de la Eucaristía: la donación de su Cuerpo y Sangre preciosos para alimento y compañía.

«Envía a dos a preparar allí la cena».

Así lo hicieron y «mientras comían Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:

“Tomad, esto es mi cuerpo”».

Luego, «cogiendo una copa pronunció la acción de gracias y se la dio y todos bebieron.

Y les dijo:

“Esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos”».

De esta manera tan sencilla San Marcos nos ha presentado el gran misterio eucarístico ya simbolizado en la sangre que se ofrecía en el Antiguo Testamento y realizado por Jesucristo, que nos ha dicho que su entrega es la sangre definitiva de la nueva y eterna alianza.

Amigos todos, en este día de una manera especial, nos toca agradecer y aprovechar el sacrificio de Cristo para purificarnos y, de una manera especial, según la costumbre de nuestros pueblos, para acompañarlo también en la procesión.

Que nunca seamos como algunas personas que dicen que solo van a misa cuando sienten fervor…

Si en el plan de Dios ya no existen los holocaustos del Antiguo Testamento, ofrezcamos siempre el gran sacrificio de Cristo para poder purificarnos de los muchos pecados que comentemos en nuestro tiempo.

¡Por siempre sea alabado, mi Jesús sacramentado!

 

José Ignacio Alemany Grau obispo