La liturgia de hoy, nos va a repetir por tres veces las palabras de Isaías que son un motivo muy especial de alegría porque la Navidad está cerca.
En efecto, en la
primera lectura, en el verso aleluyático y en el Evangelio, escucharemos:
«Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».
- Isaías
Nuestro gran
profeta del Adviento nos recuerda cómo fue de parte de Dios al rey Acaz para
que pidiera una señal especial de que Dios estaba con Él en la lucha contra sus
enemigos.
Como Acaz rechaza la propuesta, el profeta le anuncia, de parte de Dios, una profecía cuya realización vamos a recordar en estos días: «Mirad, la virgen está encinta…».
- Salmo 23
Podemos referir «el Señor es el rey de la gloria» a
Jesucristo que viene como rey y dueño del universo: «Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus
habitantes».
Más aún, Él es el Creador porque «Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos».
- San Pablo
Al inicio de su
Carta a los romanos se presenta como «escogido
para anunciar el Evangelio de Dios».
De una manera muy
hermosa nos define lo que para él es el Evangelio:
«Este Evangelio… se refiere a su Hijo» al que presenta
diciendo que, como hombre, pertenece a la estirpe de David y, según el Espíritu
Santo, es Hijo de Dios que tiene todos los poderes debido a su resurrección.
Este es Jesucristo nuestro Señor que ha encomendado a Pablo la misión de hacer que todos los gentiles respondan a la fe y, entre ellos, a los romanos a quienes escribe esta carta.
- Verso aleluyático
Aunque está
repetido, les invito una vez más a meditar el texto que es central en la
liturgia de hoy:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, «Dios-con-nosotros».
- Evangelio
Hoy San Mateo nos
enseña que «el nacimiento de Jesucristo
fue de esta manera».
En primer lugar,
debemos pensar cómo San José había llegado al extremo en su sufrimiento debido
al cariño que tenía a María y que se había hecho imposible. Por ello había decidido
dejarla ya que no podía entender lo que pasaba en ella: su esposa santa estaba
encinta y no de él. En aquel momento, entre sueños, un ángel le aclara toda la
situación:
«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer,
porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo
y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los
pecados».
El plan de Dios es
maravilloso.
José será el padre
adoptivo que, en su genealogía, entronca al Verbo encarnado con el rey David y
su descendencia. Tenemos que de esta manera providencial Dios respalda, por un
lado, la virginidad de María y, por otro, la naturaleza humana de Jesús.
Una vez más la
liturgia nos vuelve a repetir, como dijimos al principio, la misma frase para
que la admiremos en estos días que preceden a la Navidad:
«Mirad: la virgen concebirá…».
Amigos todos,
preparémonos gozosos a la Navidad, es decir, al encuentro con Jesús, Dios y
hombre verdadero que nos viene a redimir del pecado y de la muerte.
José Ignacio Alemany Grau, obispo