Advertencia
Para evitar equívocos les recuerdo que la liturgia permite hacer las lecturas del ciclo A también este V domingo de cuaresma. El tema fundamental de hoy, en plena cuaresma, nos invita a pensar en la resurrección por la que consciente o inconscientemente todos suspiramos.
- Ezequiel
En
un breve párrafo nos habla de la gran afirmación que ha hecho el Señor: «lo digo y lo hago».
¿Qué
promesa es ésta que viene de tan lejos?
La
podemos meditar con paz:
«Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré
salir de vuestros sepulcros… Y os infundiré mi espíritu y viviréis».
Gran promesa del profeta que será una realidad cuando leamos el Evangelio de este domingo.
- Salmo 129
Confiando
en la misericordia del Señor los seres humanos le pedimos que escuche nuestra
humilde voz que, desde lo más profundo de la tierra, le gritamos que escuche
nuestras súplicas y perdone nuestros pecados.
Con
el salmo terminamos repitiendo:
«Mi alma espera en el Señor porque de Él
viene la misericordia y la redención abundante».
Permítanme decirles que el lema de nuestra Congregación Redentorista está tomado de este salmo: «En el Señor hay redención abundante».
- San Pablo
El
apóstol nos invita hoy a confiar en el misterio de nuestra propia resurrección
que tanto anhelamos, con estas palabras:
«Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús, vivificará también vuestros cuerpos mortales por el mismo Espíritu que habita en vosotros».
- Versículo antes del Evangelio
Nos
invita a meditar las palabras más importantes de todo el precioso Evangelio del
día: Jesús, conversando con Marta, le dice en el momento cumbre:
«Yo soy la resurrección y la vida».
Este «Yo soy» fascinante es la realidad del famoso eco de las palabras con que Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente: «Yo soy el que soy».
- Evangelio
Pretender
comentar este capítulo once de San Juan es poco menos que una temeridad, porque
deberíamos emplear en ello varias horas.
Meditemos
por partes:
+
Un día Lázaro, el hermano de Marta y María, cae gravemente enfermo.
Sus
hermanas le envían a Jesús una brevísima petición: «Señor, tu amigo está enfermo».
Como
Jesús está huyendo de la persecución que le hacen los judíos, y está decidido a
ir a la casa de la familia tan querida, los apóstoles se hacen los valientes
diciendo por boca de Tomás: «Vamos
también nosotros y muramos con Él».
A
la hora de la verdad, todos huyeron y dejaron solo a Jesús.
+
Llegan a Betania y el desahogo de Marta al ver a Jesús es súplica y desilusión:
«Señor, si hubieras estado aquí no
hubiera muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios
te lo concederá».
La
verdad es que toda la familia estaba bien formada en la fe. Por eso, cuando
Jesús le dice a Marta: «Tu hermano
resucitará», ella responde: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día».
En aquel momento la
expresión del rostro de Jesucristo debió ser impresionante: «Yo soy la resurrección y la vida. El que
cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y el que está vivo y cree en mí, no
morirá para siempre».
+ Jesús le pide
un acto de fe absoluto a su amiga Marta y ella hace este precioso acto de fe:
«Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que
venir al mundo».
Maravilloso acto
de fe que será bueno que le pidamos santa Marta que nos lo comparta.
+ Marta dice a
María: «El Maestro está ahí y te llama».
La escena anterior se repite con la hermana pequeña y Jesús, al ver llorar a
María, sollozó y preguntó: «¿Dónde lo han
puesto?»
Lo llevan junto
al sepulcro y volvió a llorar. Jesús mandó quitar la losa que tapaba la entrada
y, aunque Marta le advirtió que ya estaba en el cuarto día de corrupción, Él le
dijo: «Si crees verás la gloria de Dios».
Lo hermoso de
este milagro es que Jesús da gracias antes de que resucite Lázaro: «Padre, te doy gracias porque me has
escuchado…» Luego gritó con voz potente: «Lázaro, ven fuera».
Este es el
milagro más grande de la vida de Jesús y lo hizo en favor de la familia que lo
acogía en su casa con frecuencia.
José Ignacio Alemany Grau, obispo