Aunque Jesús sabe todo, y nos lo contará San Juan, es bueno que nos examinemos con valentía para superarnos en el trato con Jesús y también, como Él nos pidió, con el prójimo.
- Hechos de los apóstoles
Nos cuentan qué bien conocían y vivían los apóstoles su relación con Dios.
Cuando el sumo sacerdote da órdenes a los
apóstoles para que no repitan más en público el nombre de Jesús, ellos
contestaron:
«Hay que obedecer
a Dios antes que a los hombres».
Y después, inteligentemente, aprovecharon
para anunciarles la obra de Dios con la resurrección de Jesucristo. Y terminaron
proclamando maravillosamente su testimonio, con estas palabras:
«Testigo de esto
somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen».
Evidentemente que esta respuesta de los
apóstoles tan clara y valiente debemos mantenerla en un mundo que nos repite la
misma prohibición en nuestros días.
Recordemos siempre: lo primero es Dios y sus santos mandamientos.
- Salmo 29
Canta el poder del Señor. Algo muy
apropiado en este tiempo pascual que la liturgia nos invita a repetir:
«Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí… Dad gracias a su nombre santo… Escucha, Señor y ten piedad de mí. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre»
- Apocalipsis
En este tiempo pascual es bueno repetir las
palabras de este libro para alabar a Jesucristo, «Cordero degollado y puesto en pie»: «Digno es el Cordero degollado de
recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la
alabanza».
Glorifiquemos, al mismo tiempo, al Padre
por la obra realizada en Cristo: «Al que
se sienta en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el
poder, por los siglos de los siglos».
No olvidemos la gran obligación que tenemos de agradecer siempre la redención que debemos a Jesucristo.
- Verso aleluyático
Nos invita a la alegría pascual en honor de Jesucristo que es, al mismo tiempo, nuestro Creador y Redentor porque «nos redimió compadecido de todo el género humano».
- Evangelio
Un bello capítulo del evangelio de San Juan
(21) al que se añade el título de «Epílogo».
En él encontramos dos momentos importantes:
(1) Pedro dice a los compañeros: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». No
pescaron nada en toda la noche.
Al amanecer un desconocido les
dijo: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». A
su respuesta negativa añadió: «Echad la
red a la derecha de la barca y encontraréis».
Pescaron multitud de peces y
llama la atención que el mismo evangelista Juan diga a todos: «¡Es el Señor!».
Ciertamente que Jesús se
presentaba con una apariencia distinta pero, ¿por qué solo Juan lo dijo? De
todas maneras, varios apóstoles dudaron de la divinidad del Señor hasta después
de la ascensión. Esto fue muy duro para Jesús y les echó en cara varias veces
su incredulidad.
(2) Un aparte sanador:
Jesús llama a Pedro y le
pregunta tres veces si lo ama. Las dos primeras, Pedro contesta enseguida. Pero
a la tercera siente que Jesús le reprocha sus tres negaciones y apela al mismo Corazón
de su Maestro, que conoce a Pedro (y a cada uno de nosotros) mejor que él
mismo. Por eso, con emoción y posiblemente con lágrimas, Pedro, le contesta:
«Señor,
tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero».
Sí. Jesús conocía el arrepentimiento de
Pedro pero quiso un acto de reflexión y humildad. Y todo terminó confirmando a
Pedro en el servicio para el que lo había escogido: «Apacienta mis ovejas».
Abramos nuestro corazón a Jesús con humildad
y Él nos confirmará en su amor.
José Ignacio Alemany Grau, obispo