8 de agosto de 2020

  
SOY YO

Cuando interviene Jesús, como Dios que es, si tenemos miedo es por falta de fe.

Hoy Jesús nos recuerda las palabras que dijo a los apóstoles asustados y que Juan Pablo II nos repitió tantas veces desde el primer día de su pontificado:

“¡No tengan miedo!”.

  •  Libro 1 Reyes

Elías huye de los reyes de Israel y encuentra la paz en la soledad del monte Horeb. Allí Dios le sale al encuentro. No en el huracán violento, ni en el terremoto. Tampoco en el fuego, sino en la serenidad de una brisa llena de paz.

Él, metido en la cueva, oye una voz que le dice: “Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. El Señor va a pasar”.

Qué maravilloso debió ser para el corazón triste y cansado de Elías aquel encuentro con Dios.

  • Salmo responsorial

Es el 84: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.

Este salmo viene a ser un pedido a Dios para que mantenga su cercanía con nosotros, porque en Él buscamos su misericordia y su paz.

“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos… La misericordia y la fidelidad se encuentran… La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos”.

  • San Pablo

Siente pena por el pueblo judío que ha perdido el regalo de Dios por haber rechazado a Jesucristo.

Su corazón apenado exclama:

“Digo la verdad en Cristo… siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón” porque el pueblo judío no aceptó a Cristo  y por ellos “quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo”.

No es fácil entender esta expresión del apóstol, ya que el ser proscrito equivale al anatema o separación de todo lo que tiene que ver con el Señor y con su pueblo Israel.

Y es que, humanamente hablando, los primeros que tenían derecho a conocer y acoger al Mesías eran los de su pueblo.

  • Verso aleluyático

Qué bueno es esperar en la Palabra del Señor y fiarse de Él, como nos dice el salmista:

“Espero en el Señor, espero en su Palabra”.

  • Evangelio

Jesús pasa casi toda la noche en oración.

Antes que amanezca camina sobre el agua, cuyas olas están encrespadas.

Los apóstoles que van en la barca, peleando con la tempestad, se llenan de miedo cuando ven a Jesús caminando tranquilamente sobre las aguas.

Es entonces cuando Jesús dice esa preciosa frase que nos vale para todos los tiempos:

“Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.

Recordemos que de esta manera Jesús apela a su divinidad (“Soy yo”) para serenar el ánimo de los suyos.

Si nosotros creyéramos de verdad que Jesús es el “Yo soy” de la Biblia, perderíamos el miedo y nos abandonaríamos en sus manos.

Por su parte Pedro, el impulsivo, dice a Jesús:

“Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti, andando sobre el agua”.

Jesús le dijo: “Ven”.

Y cuando empieza a caminar, duda y comienza a hundirse.

Entonces, vuelve a brotar la fe de Pedro:

“Señor, sálvame”.

Jesús le reprocha:

“Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”

Cuando Jesús sube a la barca la tempestad se calma y los apóstoles hacen el acto de fe:

“Realmente eres Hijo de Dios”.

Pidamos a Jesucristo la gracia de tener fe, aunque sea pequeña y como un grano de mostaza, pero que no dude del poder del Señor.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo