EL SEÑOR ES UN DIOS JUSTO
A
Dios no lo puede comprar nadie:
“El Señor es un Dios justo”.
Él
es la justicia misma. Si tiene preferencia por los pobres, es porque ve que con
frecuencia son oprimidos por los prepotentes e incluso por los que deben hacer
justicia en la sociedad.
- Eclesiástico
Nos
invita a pensar en la justicia de Dios.
En
efecto, lo llama “Juez Justo” que
hace siempre justicia:
“El Señor es un Dios justo y
no puede ser parcial”.
Si
faltara a la justicia, que es una de las obligaciones más importantes para todo
el que juzga, no sería Dios.
Sin
embargo, sin faltar a ella, aparece claro que el Señor tiene preferencia por
los débiles y oprimidos:
“El Señor no es parcial
contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del
huérfano o de la viuda que repite su queja”.
Esto
es lo que nos enseña la Iglesia: ante todo justicia.
¿Y
qué es la justicia?
Esta
virtud nos pide dar a Dios lo que le corresponde, es decir, el culto verdadero.
Esta es la primera obligación de toda criatura.
Después
hemos de tener justicia con los hombres, es decir, “dar a cada uno lo suyo” cuidando de manera especial, sin faltar a
la justicia, a los más débiles y necesitados que son los preferidos de Dios.
- Salmo 33
Recoge
la misma idea: “Cuando uno grita el Señor
lo escucha y lo libra de sus angustias”.
Como
decía antes el Eclesiástico “los gritos
del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan”.
Acojámonos
a la misericordia de Dios que nunca nos abandonará.
- San Pablo
El
apóstol nos hace un resumen de su vida de entrega y sacrificio cuando se ve
próximo al fin de sus días:
“Yo estoy a punto de ser
sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi
combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”.
Sin
embargo, los hombres han sido ingratos con él: “La primera vez que me defendí todos me abandonaron y nadie me
asistió”.
Pero
frente a esta situación, Pablo mantiene su confianza en el Señor “que me ayudó y me dio fuerzas para anunciar
íntegro el mensaje… el Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me
llevará a su Reino del cielo”.
Pablo
en su debilidad y abandono es un testigo más en este domingo de la bondad
especial de Dios para con el pobre y marginado.
- Verso aleluyático
Nos
recuerda que Dios nos ha reconciliado con Él pero siempre por medio de Cristo. Él
es nuestro único Redentor.
En
Él está la única posibilidad de “hacer las paces” con Dios y después, por su
misericordia, continúa reconciliando la humanidad con Dios a través de los
hombres en los que ha delegado la facultad de perdonar los pecados dentro de su
Iglesia.
- Evangelio
La
parábola de hoy, según San Lucas, la dirige Jesús a todos aquellos que se “tienen por justos, se sienten seguros de sí
mismos y desprecian a los demás”.
Una
clase de personas más frecuente entre la sociedad acomodada.
La
parábola nos presenta a un fariseo que fue al templo a alabarse y reconocerse
justo, palabra que significa que posee todas las virtudes… Y bien “erguido en medio del templo” se alaba a
sí mismo aparentando todas las perfecciones, lejos de ser como los otros “ladrones, injustos, adúlteros”.
Por
otra parte llega al templo un publicano que se reconoce indigno de acercarse a
Dios y desde el fondo del templo, en actitud humildísima repite: “Oh Dios, ten compasión de este pecador”.
La
conclusión que saca Jesús es muy clara: el publicano se va justificado y el
fariseo sale del templo con toda la carga que tenía más el pecado de orgullo
que resume su oración.
Para
todos nosotros Jesús termina diciéndonos:
“Todo el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo