TODO LO MÍO ES TUYO
La
liturgia de este día tiene una enseñanza muy concreta que debemos meditar para
descubrir qué grande es la misericordia de Dios:
Israel
ofende gravemente a Dios… y Él lo perdona.
Pablo
nos cuenta que ha blasfemado de Dios y Dios lo escoge como su apóstol predilecto.
Los
fariseos murmuran de Jesús porque acoge a los pecadores y come con ellos… Jesús
les da una triple respuesta, muy emocionante por cierto.
- Éxodo
Mientras
Moisés conversa con el Señor pasan los días.
En
un momento determinado el mismo Señor dice a Moisés:
“Anda, baja del monte, que se
ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto”.
Es
impresionante ver cómo Dios está dispuesto a castigar al pueblo y cómo
intercede Moisés hasta conseguir el perdón de Dios.
El
relato termina diciendo que “el Señor se
arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.
Hay
que entender ese arrepentirse de Dios como una manifestación de su misericordia
que perdona.
- Salmo responsorial
Mientras
va repitiendo las palabras del Evangelio de hoy: “Me pondré en camino adonde está mi padre”, la liturgia nos va
haciendo meditar el salmo 50 que nos habla de la misericordia de Dios:
“Misericordia, Dios mío, por
tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa”.
- San Pablo
Desahoga
su corazón con Timoteo “dando gracias a
Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este
ministerio”.
A
continuación Pablo confiesa su actitud anterior cuando blasfemó y persiguió a
Jesús. Pero Dios “tuvo compasión de mí
porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía”.
Así
como Dios derrochó la gracia sobre Pablo, pidamos también nosotros misericordia
al Señor para que nos perdone y podamos ser, como el apóstol, personas que
descubren el amor verdadero y creen en él.
- Verso aleluyático
Con
palabras de San Pablo nos invita a meditar “Dios
estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo”.
Esta
es la gran obra de la misericordia divina que hoy debemos meditar.
- Evangelio
San
Lucas, nuestro compañero del ciclo C, nos habla en uno de sus más hermosos
capítulos, de la misericordia del Padre, manifestada a través de tres conocidas
parábolas, sobre todo la tercera.
Es
importante que reflexionemos en la introducción que hace el mismo evangelista
para entender mejor las parábolas del Reino de los cielos:
“Solían acercarse a Jesús los
publicanos y los pecadores a escucharlo”.
Este
era el grupo fiel y hambriento de la
Palabra, que oía a Jesucristo.
Por
otra parte “los fariseos y los escribas
murmuraban entre ellos: ese acoge a los pecadores y come con ellos”.
Ya
nos damos cuenta de que la palabra “ese” es despectiva y es que, de hecho,
ellos siempre buscaban desprestigiar a Jesús.
Motivado
por todo ello, Jesús expone tres parábolas para que entendamos que si Dios ha
venido a salvar a todos, porque todos somos pecadores, su predilección la tienen
los que más lo necesitan, por tanto, los más pecadores.
La
primera parábola nos habla del pastor que pierde una oveja y, dejando
aseguradas las noventa y nueve, la busca y vuelve feliz disculpándola ante
cuantos la ven sobre sus hombros, diciendo:
“He encontrado la oveja que
SE ME había perdido”.
La
segunda parábola habla de una mujer que tiene diez monedas y ha perdido una
dracma de las que conforman la colección de sus arras. Y comparte le alegría de
haberla encontrado.
También
esta representa a Dios buscando al pecador.
Jesús
termina la parábola hablando de la “alegría
que habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”.
En
cuanto a la tercera parábola, la más hermosa, les invito a meditarla con
profundidad porque en ella Jesús retrata tanto al hijo pecador como al
primogénito, muy creído por cierto, que no sabe conocer el corazón de su padre.
Sin
embargo, a ambos el padre les demuestra su cariño. Leyendo el encuentro con el
segundo de los hijos, hallarás la razón de mi título.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
redentorista