DESPUÉS
DEL TIEMPO, NO HABRÁ TIEMPO
A veces hablamos de “matar el tiempo” y le quitamos toda la
importancia que tiene para nuestra vida.
La liturgia nos invita hoy a profundizar cómo debemos
aprovechar el tiempo para ganar la eternidad.
- Amós
Habla del hombre rico que goza todo lo posible:
“Os acostáis en lechos
de marfil, arrellenados en divanes, coméis carneros del rebaño y terneras del
establo… bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos…”
Pero después viene la amenaza del profeta por despilfarrar y
no compartir:
“Encabezarán la cuerda
de cautivos y se acabará la orgía de los disolutos”.
- Salmo 145
Nos recuerda la fidelidad del Señor que hace justicia a los
oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos y tiene preferencia
con los huérfanos y las viudas.
Por todo ello el salmista nos invita a alabar al Señor.
- San Pablo
En el párrafo de hoy le dice a Timoteo cómo debe ser la vida
de una persona consagrada a Dios:
“Practica la justicia,
la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la delicadeza”.
Una lista importante para poder vivir esta vida sobrenatural
a la que Dios nos llama y triunfar en el combate de la fe que, de una u otra
forma, todos tenemos que superar.
Todo esto lo pide San Pablo en el nombre de Cristo y no por
motivos puramente humanos.
Es importante que en nuestra vida tengamos motivaciones
fuertes para vencer y nunca encontraremos un motivo más importante que actuar
como Cristo nos pide.
- Verso aleluyático
En la diferencia que nos presenta la liturgia hoy entre el
rico que derrocha y el pobre que carece de lo más indispensable, nos recuerda
estas palabras que son un verdadero contraste entre Jesucristo que, como hombre,
se ha despojado de todo y Jesucristo que, como Dios, nos puede y quiere
enriquecer a todos.
Para eso precisamente se encarnó:
“Jesucristo siendo
rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.
- Evangelio
Se trata de una parábola que Jesús dirige expresamente a los
fariseos que, según la creencia del pueblo de Dios en aquel tiempo,
consideraban que la bendición de Dios se traduce siempre en las riquezas
materiales.
La parábola enseña que había un hombre de mucho dinero que
banqueteaba a diario.
A su puerta el pobre Lázaro estaba sentado, cubierto de
llagas, esperando las sobras de la mesa del rico.
Hay una pincelada importante como si a veces los animalitos
fueran más comprensivos que los hombres: “Hasta
los perros se le acercaban a lamerle las llagas”.
Antes de continuar conviene que nos fijemos en los nombres
que da Jesús a los personajes de la parábola.
En efecto, Lázaro significa “Dios ha ayudado”. En cambio el
nombre del rico no significa nada, simplemente “comilón”.
Según los judíos el “sheol” era el lugar donde iban los
muertos. Pero con un destino distinto: los buenos al “Seno de Abraham”, donde
esperaban al Redentor y los malos al tormento eterno, el Hades (según nota de
la Biblia de la CEE).
Llama la atención ver cómo aquel rico que tuvo de todo pide
una gota de agua “porque me torturan
estas llamas”.
Abraham reconoce que Epulón verdaderamente era hijo suyo y a
las palabras de “padre Abraham…”
contesta: “hijo, recuerda…” para
aclarar luego que entre los dos hay un abismo que nadie puede cruzar.
Epulón entonces, recordando que tiene cinco hermanos que
viven como él, pide a Abraham que mande a Lázaro para que les avise de lo que
puede esperarles después de la vida que llevan.
La conclusión es importante para todos nosotros.
Tenemos la Palabra de Dios, la Iglesia, los sacramentos, la
Virgen, los santos, el Magisterio y
tantos otros medios que debemos
aprovechar en el tiempo. Ya que cuando termine el tiempo no se puede merecer.
Es aquí en la tierra donde conseguimos el triunfo y la gloria en el cielo o el
castigo eterno, como dice Jesús.
Aprovechemos, amigos, el tiempo porque después no habrá
cambios en la eternidad.
José Ignacio Alemany Grau, obispo