CONVIÉRTETE A TU
DIOS
Una de las cosas más repetidas
por el Señor, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es la invitación
a la conversión.
Incluso en el tercer misterio
luminoso que nos presentó el Papa Juan Pablo II se nos pide meditar en la
llamada a la conversión para entrar en el Reino.
De esto nos habla precisamente
la primera lectura de hoy.
- Deuteronomio
“Conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el
alma”.
Sin duda nos está pidiendo que
la mente y el corazón vayan juntos por los caminos de Dios.
Para ello la Escritura nos
dice que cumplamos sus mandatos, que no son inalcanzables, más bien:
“El mandamiento del Señor está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu
boca. Cúmplelo”.
Buena enseñanza para este
tiempo que no aprecia la ley de Dios.
Podemos decir que nuestra
naturaleza está tan bien hecha que el Creador se nos ha quedado dentro y su voz
repite en el interior de todo el que no está pervertido:
“Obra el bien… evita el mal”.
- Salmo responsorial (68)
Nos dice: “Buscad al Señor y revivirá vuestro corazón”.
Podemos entenderlo como un
pedido a la conversión: si nos hemos alejado de Él hay que buscarlo para que
reviva el amor en nosotros.
De hecho toda criatura, para
ser feliz, necesita encontrarse con su Creador que es, al mismo tiempo, la meta
y fin de su vida y el amigo más íntimo.
El salmo nos invita a vivir en
la humildad para ser felices:
“Miradlo, los humildes y alegraos”.
- Colosenses
El apóstol nos presenta a
Jesucristo en un precioso himno que nos describe su grandeza porque siendo
hombre es al mismo tiempo imagen de Dios invisible y primogénito de toda
criatura.
Es bueno que meditemos cómo en
Jesucristo se da la perfecta divinidad y la humanidad verdadera. Por eso mismo nos
asegura la fe que es Jesús el que nos ha reconciliado con nuestro Dios al que
hemos ofendido de tantas maneras.
- Aleluya
Si el Antiguo Testamento nos
hablaba de la Palabra del Señor, ahora San Juan nos explica cómo Jesús, Verbo
de Dios, tiene palabras que son espíritu y vida y por lo mismo Jesús es el
Verbo enviado por Dios, la Palabra:
“Tú tienes palabras de vida eterna”.
- Evangelio
El Evangelio es de San Lucas.
Nos habla del maestro de la
ley que se acerca a Jesús y le hace una
pregunta cuya respuesta él mismo conocía perfectamente.
Por eso, como buscando
justificarse ante la gente que está escuchando, le pregunta al Señor:
“¿Y quién es mi prójimo?”
La respuesta es clara para
todos:
El prójimo es el próximo. Es
decir, el que está cerca de nosotros, sea amigo, desconocido o incluso enemigo.
Jesús aprovecha para exponer
la parábola tan conocida e importante de “el buen samaritano” que se encuentra
con un desconocido herido y maltratado, y que además era judío. Sin embargo lo
atiende con delicadeza, lo lleva a la posada y paga su estancia para que
recupere su salud.
De todas formas, es bueno que
la Iglesia nos recuerde con frecuencia y sobre todo en las enseñanzas
dominicales, que el primer mandamiento es “amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con todo tu ser”.
A continuación viene, en el
Evangelio de hoy, la última parte de la respuesta que da el doctor de la ley: “y al prójimo como a ti mismo”.
Pero sabemos que Jesús llevará
este precepto a la perfección cuando diga en la última cena:
“Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he
amado”.
Jesús es el modelo perfecto
del amor que nos conduce a la conversión completa y mediante ella a la posesión
del Reino.
José Ignacio Alemany
Grau, obispo