APRENDAMOS A ORAR
La liturgia de hoy nos enseña
cosas muy prácticas sobre la oración, empezando por la casi “descarada” oración
de Abraham y terminando con la oración del dulce Jesús. Veamos.
- Génesis
Un buen día le confió Dios a
Abraham su determinación de acabar con Sodoma y Gomorra porque sus pecados eran
intolerables.
Es interesante también la
actitud de Abraham que se acerca a Dios para darle unos “consejitos” y, como
concluyendo, le dice: si hay en la ciudad cincuenta inocentes, ¿van a morir
junto con los pecadores?
A partir de entonces se dio una
competencia entre la “bondad” de Abraham y la actitud justiciera del Señor.
El resultado es que va bajando
el número de justos y cuando Abraham llega a afirmar que si hubiera diez justos
no deberían morir con los culpables, Dios acepta la petición del patriarca,
diciendo:
“En atención a los diez no destruiré la ciudad”.
Ahí encontramos, por un lado,
la confianza creciente de Abraham en Dios y por otro lado su astucia pensando
que su sobrino Lot está en esa ciudad pecadora.
Dios tiene una misericordia
mucho más grande que la de Abraham y salva a su sobrino con toda su familia.
Esto nos recuerda aquella
parábola de Jesús que cuenta el Evangelio de hoy, cómo perseveró el amigo
pidiendo al panadero a medianoche el pan que necesitaba.
- Salmo responsorial 137
El salmista reconoce que Dios
ha escuchado su oración y se lo agradece.
En este salmo debemos aprender
a dar gracias al Señor porque escucha nuestra oración:
“Cuando te invoqué me escuchaste”.
Y fortalece así nuestra
confianza en Él: “Acreciste el valor en
mi alma”.
Pidamos también hoy al Señor
que nunca nos abandone porque somos obra de sus manos cariñosas.
- San Pablo
El apóstol nos invita a
confiar en Jesús que con su resurrección nos ofrece también la nuestra y nos
enseña que habiendo estado muertos por el pecado, Dios nos perdonó por el
sacrificio de Cristo.
Por eso nuestra condena de
muerte ha quedado clavada en la cruz donde murió Jesús por nosotros.
- Verso aleluyático
Es breve pero nos enseña algo
muy importante.
En Cristo hemos recibido el
Espíritu Santo que nos permite repetir con confianza plena estas palabras: “Abbá, Padre”.
Repitamos frecuentemente estas
sublimes palabras invocando al Espíritu Santo.
- Evangelio
El Evangelio nos habla
directamente de nuestro tema.
Comienza diciendo que uno de
sus discípulos, seguramente emocionado al ver rezando a Jesús, le pidió: “Señor, enséñanos a orar”.
Posiblemente fue uno de los
discípulos de Juan que recordaba cómo oraba el Bautista y les enseñaba también
a orar a ellos.
Jesús aprovecha la oportunidad
para enseñarnos la oración más bella, la del Padrenuestro, en la que resume por
dónde debe ir nuestro corazón cuando queremos orar a Dios, pensando primero en
la santidad y gloria de su Padre y enseñándonos después cómo debemos pedir
también por nosotros mismos, el pan material y también el espiritual (¿la
Eucaristía?) y perdonando de corazón para ser perdonados.
Una oración que haremos bien meditándola
con profundidad cada vez que la recemos.
A continuación Jesús insiste
en la constancia de nuestra oración.
Como decíamos antes, habla del panadero a quien su amigo inoportuno le pide pan
a medianoche.
También tiene unas frases que
resumen el porqué de la oración de petición:
“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.
Termina el párrafo con este
texto que encierra la grandeza del amor de Dios Padre:
“Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo…?”
¿En tu oración has pedido
muchas veces a Dios que te dé su Espíritu Santo?
Ten presente que la tercera
Persona de la Trinidad Santa es la clave para ser oídos en nuestra oración.
Felices Fiestas Patrias Perú.
+ José Ignacio Alemany Grau,
obispo