Un día escribió Santiago “ustedes piden y no reciben”.
El apóstol da una explicación:
“Pedís y no recibís
porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones”.
Hoy será Jesús mismo quien nos dé una buena
lección sobre el pedir a Dios, cuando hable con Santiago y Juan, que por cierto
iban bien interesados.
- Isaías
La lectura de hoy es un breve párrafo, dos
versículos nada más, que pertenecen al cuarto “cántico del siervo del Señor”, que
después de contar todos los sufrimientos de su vida y llegar incluso a la
muerte por los pecados de los otros, será glorificado por Dios:
“Por los trabajos de
su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento”.
Este será el fruto de su sacrificio:
“Mi siervo
justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos”.
De esta manera, caminando hacia el fin del
año litúrgico, la Iglesia nos muestra cómo va Jesús enseñando a los apóstoles
la fecundidad que tendrá una vida entregada por la conversión de los pecadores
será: “Una multitud porque expuso su vida
a la muerte y fue contado entre los pecadores (Él que era la santidad
misma). Él tomó el pecado de muchos e
intercedió por los pecadores”.
- Hebreos
Nos invita a acercarnos “al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia”.
Podemos acercarnos a la misericordia de
Dios porque tenemos quien interceda por nosotros con todo derecho, porque es el
sumo sacerdote que ciertamente ha llegado después de dar la vida por nosotros
hasta el mismo trono de Dios. Es Jesucristo.
No hay que dudar: Dios nos escucha porque
Jesús ha ido delante de nosotros interponiendo su sangre bendita ante la
justicia de Dios y Él quiere interceder por cada uno de nosotros porque se
sacrificó voluntariamente.
- Versículo aleluyático
En este día recibamos con gozo la gran
lección que nos ha dado nuestro Maestro “manso
y humilde de corazón”:
“El hijo del hombre
ha venido para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Ese es el plan del Redentor:
“Salvarnos a cada uno
de nosotros”.
De nuestra libertad depende aprovechar la
sangre de nuestro Redentor.
- Evangelio
Cuánta paciencia tuvo Jesús.
Él tenía unos predilectos pero no
conectaban con Él.
Llevó a Juan y Santiago al Tabor.
Pero su pensar estaba en lo material, en un
reino de aquí y para aquí:
Se acercan a Jesús para pedirle un puesto a
su derecha e izquierda en su Reino.
Jesús les hace una pregunta que ciertamente
no entienden pero dirán que sí con tal de conseguir su propósito.
La pregunta fue:
“¿Son capaces de
beber el cáliz que yo he de beber?”
La respuesta fue rápida:
“Lo somos”.
Jesús a su vez les da una respuesta
profética que tampoco entienden:
“El cáliz que yo voy
a beber lo beberéis pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a
mí concederlo”.
Cuando venga el Espíritu Santo lo
entenderán todo.
Los otros diez, que pensaban más o menos lo
mismo, se indignan y Jesús tiene que apaciguarlos a todos explicándoles porqué
ha venido al mundo y para qué.
Su camino es un bautismo de sangre y
explica:
“El que quiera ser
grande que sea vuestro servidor y el que quiera ser primero sea esclavo de
todos”.
Nosotros quizá, consciente o
inconscientemente, decimos también a todo el plan de Dios que sí.
Pero a la hora de la verdad, ¿podríamos contestar
hoy a Jesús: sí puedo beber hoy el cáliz que bebiste tú y que beben los tuyos a
través de la historia de la salvación?
Recuerda, amigo, la gran enseñanza de este
día:
“El hijo del hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos”.
El camino hacia Dios es el de la humildad y
servicio.
José Ignacio Alemany Grau