Reflexión homilética para el cuarto domingo
del Tiempo Ordinario, ciclo B
Estamos en los comienzos del Tiempo
Ordinario y la liturgia nos lleva a acompañar los inicios de la vida apostólica
de Jesús.
Primero en profecía y luego en la realidad
alumbrando la región de Galilea, Jesús comienza a brillar con su doctrina, sus
milagros, su vida y autoridad.
Deuteronomio
Moisés habla a su pueblo para que esté
atento y sepa distinguir entre los verdaderos y falsos profetas.
A veces pensamos que todo esto de los
falsos profetas es algo muy moderno. Algunos se creen incluso sus inventores.
Pues podemos leer la lista de los falsos
profetas que nos da el Deuteronomio:
“No haya entre los
tuyos quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; ni vaticinadores, ni
astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni
adivinos, ni nigromantes; porque quien practica eso es abominable para el
Señor”.
Qué pena que hoy incluso añadiríamos el
culto satánico con sus misas diabólicas.
Frente a todo esto Moisés profetiza la llegada
del Mesías con estas palabras:
“Un profeta, de entre
los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor tu Dios”.
Este profeta surgirá por petición del mismo
pueblo que dijo a Moisés:
“No quiero volver a
escuchar la voz del Señor… No quiero morir”.
De esta manera el Señor hace la diferencia
entre los que siguen a los verdaderos profetas y a los falsos que serán
rechazados.
Será bueno que también nosotros escuchemos
la amenaza de Dios válida también para los falsos profetas de hoy:
“El profeta que tenga
la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en
nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.
¡Cuánta maldad y cuántos falsos profetas
aparecen hoy!
Salmo
94
Sabemos que a la predicación ordinaria de
Jesús le acompañaba siempre la invitación a convertirse.
En este domingo una vez más la liturgia nos
repite: “Ojalá escuchéis hoy la voz del
Señor. No endurezcáis vuestro corazón”.
La liturgia del día nos va a invitar a
seguir de cerca a Jesús y a obedecer su llamada a la conversión continua.
Pablo
a los Corintios
El apóstol nos pide hoy que vivamos
conforme a la vocación a la que Dios nos ha llamado y presenta las dos
vocaciones fundamentales pidiéndonos fidelidad. Por una parte está el “soltero”
que se preocupa solo de los asuntos del Señor buscando contentarlo. Lo mismo
que la soltera se preocupa de los asuntos del Señor consagrándose a ellos en
cuerpo y alma.
Por otra parte nos presenta a los casados
preocupándose de los asuntos del mundo y buscando contentarse entre esposos.
No es que solo el consagrado a Dios merezca
recompensa y alabanza, pero sí Pablo nos da a conocer lo hermoso que es
consagrarse al Señor y dedicarse a tiempo completo a propagar el conocimiento
del Reino, imitando a Jesucristo que hoy aparece como el gran apóstol de
Galilea.
Verso
aleluyático
Es para mí el momento más importante de la
liturgia de hoy. Te invito a imaginar el sueño profético de Isaías:
“El pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y
sombras de muerte, una luz les brilló”.
Esa luz es Jesucristo que un buen día dijo
de sí mismo:
“Yo soy la luz del
mundo”.
Esta luz es la que se presenta en Galilea
el domingo de hoy.
Evangelio
Vamos a desgranar el parrafito de San Marcos
en el Evangelio del día:
+ Jesús “va
a Cafarnaúm”.
Esta será llamada “la ciudad de Jesús” por
las muchas veces que evangelizó en ella y donde residía frecuentemente.
Cafarnaúm era un punto importante de cruce
de caminos por donde corrían las noticias no solo por toda Galilea sino entre
los distintos pueblos vecinos.
Esto nos enseña que hay que saber dónde
debemos evangelizar para que sea más eficaz la predicación.
+ El sábado, como un judío piadoso, Jesús va
a la sinagoga a enseñar, como podía hacerlo cualquier adulto con treinta años
cumplidos. Solo los hombres participaban de las enseñanzas de quien subía a
leer el rollo de la ley.
+ Todos admiran la gran diferencia que hay
entre la enseñanza de los rabinos y la de Jesús.
Esta diferencia radicaba en que Jesús “no enseñaba como los escribas sino con
autoridad”.
Tú y yo cuando evangelicemos tengamos
presente que la autoridad y fruto de nuestra evangelización depende de si utilizamos
la Palabra de Dios y de comentarla movidos por su Espíritu.
Advierte Marcos que la fama de Jesús desde
Cafarnaúm se extiende por todas partes “alcanzando
la comarca entera de Galilea”.
+ Como un detalle podemos admirar el
conocimiento de satanás que dice por la boca de un poseso: “Sé quién eres: el Santo de Dios”.
Es claro que esto nos recuerda las palabras
de Santiago: “Tú crees que hay un solo
Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan”.
Estemos alerta porque la fe, cuando no es sincera
y acompañada por las obras, nos puede llevar también a nosotros al engaño.
José Ignacio Alemany Grau, obispo