Reflexión homilética para la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo
En este ciclo A (que concluye esta semana)
se nos habla de Jesucristo como Señor de la historia y este señorío se basa
tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, que nos presenta a Dios como
buen Pastor… el Buen Pastor que concretará Jesús en sí mismo.
Ezequiel
Dios quiere cuidar personalmente a Israel
como a su propio rebaño. Lo hace con detalles de cercanía y amor:
+ Sigue a las ovejas que se pierden una por
una. Incluso las excusa porque “se
perdieron en día de oscuridad y nubarrones”.
+ Las hace sestear a la sombra de los
árboles, indicando la paz de que gozarán.
+ Venda a las heridas y cura a las
enfermas.
+ En cuanto “a las fuertes y robustas las guardaré y apacentaré con justicia”.
De todas formas el párrafo termina con un
llamado a la responsabilidad:
“Yo voy a juzgar
entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”.
Sin duda a esto mismo hace alusión el
Evangelio que meditaremos más adelante.
Salmo
responsorial (22)
Muy conocido por el pueblo de Dios y
meditado con frecuencia.
Siempre ha tenido un aprecio especial el
pueblo de Dios por este salmo que nos presenta a Dios como el Pastor cariñoso
que cuida de que no le falte nada a su rebaño.
Tratándose de Cristo Rey, el salmo nos
invita a pensar que se trata de un rey cariñoso que cuida con muchos detalles a
quienes dependen de Él. De ahí la seguridad de los súbditos:
“El Señor es mi
pastor, nada me falta”.
De estos son un eco los versos de santa
Teresa… “Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta”.
Y continúa el salmo:
“Me conduce a fuentes
tranquilas.. repara mis fuerzas… preparas una mesa ante mí… tu bondad y
misericordia me acompañan todos los días de mi vida”.
Y al final nos parece oír la conclusión del
Evangelio de Mateo (“Venid benditos de mi
Padre”):
“Habitaré en la casa
del Señor por años sin término”.
San
Pablo a los Corintios
Nos dice cómo Jesús “tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies”.
Y es que Cristo resucitado como el “primero de todos”, pondrá en orden
todas las cosas. Jesús resucitado venció al pecado e hizo volver a todos a la
vida.
Gracias a la resurrección de Cristo todo
recupera el orden en la creación: “primero
Cristo, como primicia; después, cuando Él vuelva, todos los que son de Cristo…
Y cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al
que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos”.
Ya ves, amigo, qué hermoso es colocarse cada
uno en su sitio, junto a Cristo, para vivir toda la eternidad junto a este Dios
amoroso que nos ha creado para Él.
Evangelio
El Evangelio nos habla del juicio final y,
como hemos dicho, presenta a Jesucristo como el Buen Pastor glorificado, que
viene con los ángeles del cielo para que lo glorifique la humanidad entera.
Nuestra actitud frente al juicio final
dependerá evidentemente de cómo hemos vivido y, dicho sea con todo respeto, si
nos hemos portado como ovejas o como cabras.
A veces pensamos que el juicio final será
una cosa un tanto macabra y desilusionante. Pero, como en tantas otras cosas en
la línea de fe, todo depende de cómo hayamos vivido. Porque es cierto que los
que no han vivido según la ley de Dios sobre todo concretada en la caridad oirán
algo muy duro del Señor:
“Apártense, malditos,
vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve
hambre y no me dieron de comer…”.
Ante su extrañeza Jesucristo les dirá estas
palabras que todos debemos meditar a tiempo:
“Les aseguro que cada
vez que no lo hicieron con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicieron
conmigo”.
Pero nosotros, avisados por Jesús, y
esforzándonos por cumplir el Evangelio, tendremos el día de fiesta más grande
de nuestra vida al escuchar estas dulces palabras del Buen Pastor:
“Vengan ustedes
benditos de mi Padre”.
¿Puede haber algo más bello que este
lenguaje en labios del Redentor?
Jesucristo te llama “bendito” del Padre
eterno, ¡bendito de Dios!
¿Y cuál será el premio?
“Hereden el reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo”.
¿Y por qué?
Medítalo bien en el Evangelio de hoy.
Así nos despedimos del ciclo A en el que
nos ha acompañado todo el año el apóstol y evangelista San Mateo. El próximo domingo, con el adviento,
empezaremos a compartir con el evangelista San Marcos.
Feliz año litúrgico que empieza la próxima
semana.
José Ignacio Alemany Grau, obispo